Fast & Furious 6 (otrora conocido como ‘A todo gas’)

El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo llevo seis. Soy muy humano. Y muy animal. Sin duda, muy torpe. Porque sí, yo confieso, con cierto pudor, amigos del cine, que no solo he visto las seis películas de ‘Fast & Furious’ (otrora conocida como ‘A todo gas’), sino que, incluso, entré en la sala a ver la última entrega del inefable Justin Lin con, disculpen, cierta ilusión. Sí, así soy yo. Humano, animal y torpe. ¿Qué pasa? ¿Acaso es incompatible entrar en catarsis lírica viendo ‘Amor’ de Haneke y disfrutar de la absurda testosterona alopécica de la pandilla de Vin Diesel? ¿Eh, eh? Vale. No tengo disculpa. Terminemos con esto: «hola, soy JeCabrero (ahora es cuando ustedes dicen “hola JeCabrero”) y he ido a ver conscientemente ‘Fast & Furious 6’. Es muy mala. Mucho. Y me lo he pasado bien».

El problema del guión no está en el abuso de explosiones, rescates contra natura, conducciones antigravitatorias, destrucciones del patrimonio y músculos untados en aceite para bebés. Eso está bien. Lo esperable, qué menos. El asunto está en las palabras. Los diálogos. La forma de hablar, de desarrollarse la cinta. No es que sea cutre, es que es un desastre más grande que la poesía que escribió Belén Esteban en quinto de Primaria. Madre del amor hermoso: qué confabulación.

‘Fast & Furious 6’ recupera a los personajes de todas las películas anteriores en una especie de ‘Vengadores de la Automoción’ o ‘Mercenarios del Petróleo’. Toretto (Vin Diesel), O’Conner (Paul Walker) y cía abandonan su lujosa vida de excesos y riquezas para rescatar a Letty (Michelle Rodríguez), ex motivo amoroso de la saga y supuesto cadáver andante. Y luego, por encima de todo y de todos, está Dwayne ‘The Rock’ Johnson: entrañable bestia que ridiculiza los músculos de todo oponente y que goza, sin duda, de ‘las mejores’ líneas de la cinta.

El conjunto es una importante patochada. Probablemente sea un insulto al intelecto humano por su mera existencia. Pero me divertí. Sabía a lo que iba y me reí de todas las chorradas bombásticas que sucedían en pantalla. Y al final, cuando todo acaba, van y sacan una escena extra con un cameo memorable que te obliga a admitir la realidad: volveré a tropezar. Y serán siete.