Feliz certeza: el mismo procedimiento del año pasado

Certezas infundadas. Cosas que todo el mundo sabe sin saber por qué. A saber: los espaguetis se comen sin pan, los deberes de Navidad se hacen el último día o, qué sé yo, el teletexto es inmortal. Lo más divertido de estas certezas ampliamente aceptadas es que, si descubres que no son verdad, ¡te sientes engañado! Ya saben, algo en plan cena de amigos renacentistas escuchando las locuras de un tipo llamado Galileo.

Seguro que han desterrado alguna certeza infundada en su vida. Este verano, por ejemplo, yo descubrí que eso de que los alemanes nacen hablando inglés, no es verdad. Es cierto que los que lo hablan tienen mucho mejor acento que nosotros, pero les aseguro que tras un paseo por Munich me costó mucho encontrar a alguien que respondiera a un triste ‘excuse me’ (todo lo contrario que en Grecia, curiosamente). Sin embargo, creía que los germanos eran serios y cuadriculados por naturaleza. Supongo que por eso me sorprendió tanto escuchar esta costumbre:

El 31 de diciembre de 1963, a pocos minutos de la medianoche, se emitió por primera vez el corto británico ‘Dinner for one’ (‘Cena para uno’). Desde entonces, todos los años sin excepción, los alemanes se sientan en Nochevieja, durante 11 minutos, para reírse con la excéntrica velada de Miss Sophie y su ebrio mayordomo James. Una tradición que nadie sabe por qué empezó, pero que sigue viva 51 años después.

¿No les parece una tradición terriblemente divertida? Así que los alemanes de serios nada (lo de cuadriculados, lo mantenemos hasta nueva orden). Les invito a ver el corto y a contagiarse con esa risa nerviosa que genera el repetitivo diálogo de los dos intérpretes cada vez que entra un nuevo plato en la mesa: «¿El mismo procedimiento del año pasado, Miss Sophie?», pregunta él. «¡El mismo procedimiento de todos los años, James!», responde ella.

Dos certezas fundadas para terminar 2014: cada día de 2015 puede ser el mejor del año y el mejor día del año nunca se va a repetir, procure repetírselo todos los días con la fidelidad de un mayordomo británico. Y la segunda, por supuesto, los espaguetis están más ricos con pan.

Feliz año, amigos del Salto.

2013 en sopa de letras

George y Anne abrieron su casa para hablar del amor. Como el maestro que invita a salir de la noche más oscura, nos enseñaron a volar hacia el lado bueno de las cosas. Aprendimos que las palabras sencillas, mamá, son las que conforman la tela que une el atlas de las nubes, un tejido para amantes pasajeros que buscan mundos fantásticos más allá de Oz.

Llevamos desde el principio de los tiempos dando la nota, como trogloditas que pese a no entender nada de amor y letras, vencen gigantes como si fueran héroes de otra era; una era de metal, de hombres de hierro y acero, héroes que cabalgan entre dos mundos para alcanzar la Tierra prometida. Y mientras suena Rodríguez en la radio del coche –más rápido, más furioso–, sufrimos los efectos secundarios del Oblivion, una droga ilusoria que ya sonaba en la casa del señor Gatsby y que fulmina la mente con preguntas absurdas: ¿ganarían unos robots gigantes del Pacífico a una plaga mundial de zombies? ¿Descubriremos otra Tierra pilotando el Enterprise? ¿Hablaremos con androides?

Walter White nos enseñó a pronunciar su nombre, algo que le confiere una cierta inmortalidad mutante, como el mago que dice «¡ahora me ves!» o el llanero solitario que hace de la épica su bandera y de la espada del valor su mayor orgullo. Y por la gloria de Odín que todos nosotros, toda esta gran familia española, nos manchamos de barro como enmascarados callejeros que no tienen ningún poder para vencer a la gravedad. Prisioneros del tiempo que corre apresurado, como un fórmula 1 que emprende su camino de vuelta, caníbal y ejecutor indefectible de la llegada del fin del mundo.

Y aquí estamos, terminando el año como capitanes de un velero que lucha por ganar el juego, por superar el hambre, por ganar el perdón de Dios sirviendo a los amigos y familiares como leales mayordomos, y enamorando a la noche como un auténtico don Juan. No sufran, no caigan en el frío reino del olvido, salgan a la calle y empiecen su camino como un mediano más, porque no hay esclavitud que dure para siempre: todos los años terminan y todos vuelven a empezar.

(¿Encontraron las 50 películas de 2013? Feliz 2014, amigos, ¡brindo por ustedes!)

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