El contagio

En las calles aún resuena el grito de victoria: no todos los días se vence a una profecía maya. ¿Se imaginan que hubiera sido verdad? Lo de los números perversos, el 21 de diciembre y todas esas pamplinas apocalípticas. ¿Saben? A veces pienso que, tal vez, necesitábamos ese final. Como en las películas, cuando pasa algo terrible e insuperable -como el fin del mundo-, pero, de una manera extraordinaria y sorprendente, los protagonistas salvan el día y conquistan una nueva esperanza.

Salgan a la calle y miren a su alrededor: estamos hundidos. La economía nos sobrepasa, pasamos las horas como habilidosos funambulistas concentrados en dar el siguiente paso dentro del fino hilo que sostiene el debe y el haber. No levantamos la vista del suelo, dejando desprotegido el cogote y facilitando el camino a la siguiente colleja traicionera. ¿Y si, como en Indiana Jones, ha llegado el momento de hacer un salto de fe y caminar por el hilo con la mirada bien alta, al frente, orgullosa?

Este 2012 ha sido un año muy difícil. Seguro que le ponen cara a la desgracia, que aún les sabe la boca amarga. Nadie se libra, y eso no es ningún consuelo. Pero no perdamos la esperanza. Hace poco, en una entrevista, un escritor me decía que ‘El Hobbit’ sería un éxito de taquilla no porque fuera una buena o mala película, sino porque la gente recurre a la fantasía para iluminar la realidad. Y repetía una y otra vez: “La imaginación es la clave, la imaginación nos ilumina, abre puertas, enseña el camino”.

El otro día, un amigo confesaba en Facebook que, tomando café, había leído una frase de Lorca en el sobre de azúcar que le pareció un magnífico tamtra: “El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida”. Lo curioso es que en la última semana he visto esa frase repetida por todas partes, a diferentes personas, en momentos y formatos distintos. Y pienso: ¿es posible el contagio?

2013 debe empezar como el clímax de una película tremendista, como el día después del fin del mundo, como un resurgir que ordene la mirada, un salto de fe, una creencia irracional en nosotros y en la imaginación como salida. No pierdan la esperanza, aún nos queda lo mejor. Salto de Eje les desea un contagioso 2013. Feliz año.

 

Un nuevo día

Existe la posibilidad de que mañana no estemos juntos. De que seamos pasto de una maltrecha profecía maya empeñada en otorgar a los números el epílogo a una vida matemática. Existe la posibilidad de que caiga ese puñetero meteorito del que tanto hemos oído hablar y que tantas veces robó el sueño a Roland Emmerich, provocando una inmensa ola que hundiría a los Estados Unidos y, luego, al resto -si Nicolas Cage no lo remedia-. Existe, maldita sea, la posibilidad de que un terremoto desuele un precioso pueblo con nombre de poeta, de que un loco ametralle las ilusiones de jóvenes que soñaban con vivir, de que otra patera vuelque a los pies de la libertad, de que una fábrica nuclear atemorice el presente con el pasado, de que un infarto interrumpa la calma.

Puede pasar.

Pero por cada una de esas desgracias, un nuevo día nos ofrece un listado de sonrisas provocadas por hechos infinitamente más probables que cualquier profecía universal: cantar, bailar, saltar, correr, jugar, besar, bromear, reír, volar, nadar, ligar, mirar, escuchar, aprender, enseñar, escribir, leer, pasear, tocar, rozar, soñar, perder, ganar, saborear, apretar, abrazar, llorar, amar…

¿Quieren mi opinión? Si tiene que venir el fin del mundo, que venga. Que aquí lo espero. Pero no lo haré con los brazos cruzados, lamentando lo que podría pasar. Permitan un consejo: elijan su propia historia. Hagamos caso a Timón, Pumba y al resto de Poetas Muertos: carpe diem. Que ninguna crisis les haga olvidar por qué estamos aquí. Para ser felices.

Pensaba desearles un feliz 2012, un año en el que cumplan todas las esperanzas puestas. Un año para recuperar proyectos, para enamorar a la persona que cambiará sus horas, para olvidar las penas del anterior y creer en las bondades que están por llegar. Pero me pareció muy egoísta. Muy limitado. Lo que realmente les deseo es que pasen un maravilloso, completo y apasionante nuevo día. Y así cada día.

Mientras tanto, si tienen un hueco y quieren saltar el eje, sigamos contando historias. Las historias, el cine, enriquecen las emociones. Sean felices.