Pobre Bradbury, morir unos meses antes de ver en la televisión lo que él tantas veces escribió: “La Tierra conquista Marte”. El verano siempre me invitó a buscar sombras en el espacio. Ya saben, encontrar un lugar tranquilo y mirar al cielo como el que resuelve una sopa de letras, jugando a imaginar E.Ts flotando sobre bicicletas y Halcones Milenarios esquivando desechos imperiales. ¿No les parece alucinante la misión ‘Curiosity’?
Ayer escuché a un tipo decir “hemos mandado un robot a Marte, a millones de kilómetros del planeta, y desde allí envía fotografías que media hora más tarde vemos en la pantalla del móvil. Dios mío, ¡vivo en el futuro!” Este robot, para más inri, tiene un poderoso aire a Wall-e, lo que le da a la aventura un aire romántico y cinéfilo del que me confieso apasionado.
Entre tanta tecnología y modernidad, no me quito de la cabeza el ‘Fly me to the moon’ de Frank Sinatra, una de esas canciones anacrónicas que tan bien me encajan en la ciencia ficción (habrá que culpar a ‘Evangelion’, el ánime japonés que supongo, a estas alturas, ya habrán visto un par de veces). Además, una vez que empiezas a tararearla es imposible quitársela de la cabeza.
Con todo esto quiero decir que puede que Usain Bolt sea un rayo histórico, que añoremos la voz de Chavela Vargas, que aprendamos conceptos terroríficos como ‘prima de riesgo’, que nos asfixiemos bajo subidas de IVA y recortes espirituales. Pero qué reconfortante es mirar al cielo y sentir que hay un universo esperando nuevos retos. Sentir que somos héroes.