Si no se han enterado ya se lo digo yo: se han filtrado fotos de muchas famosas. Fotos de ellas. En actos comprometidos. Y lo de filtrar es un eufemismo como la copa de un pino: las han robado de sus móviles y las han subido a Internet: foros, redes sociales, webs… Nadie se ha quedado libre del pecado. Quien las ha querido ver, las ha visto.
Lo que está sucediendo queda reflejado en una escena que presencié ayer en el autobús: una joven de unos veinte años, cargada con una carpeta de apuntes y la mano llena de pintadas (según mis deducciones, venía de hacer un examen en la Universidad) está chateando por Whatsapp con el móvil a una altura en la que, sin querer, ves que está chateando. Vaya, que no hacía falta espiar ni nada, que era como mirar por la ventanilla o por el pasillo del bus: natural. Sin embargo, de repente, la chica encorva la espalda, esconde el teléfono a la altura del ombligo y abre una foto. La pobre cree que no la está viendo nadie pero, efectivamente, los que iban a su alrededor husmean de reojo y descubren, sin remedio, la fotografía que acaba de recibir: Jennifer Lawrence desnuda. Ella se altera, apaga la pantalla del móvil y mira a su alrededor para comprobar que nadie la ha pillado. El resto, los que la rodean, giran a toda velocidad el cuello, como si alguien se acabara de tirar un pedo.
Aquí nadie sabe nada. Nadie ha visto nada. Es más: a ‘todos’ nos parece mal, vergonzoso, sin ética.
Es como con la telebasura, los realities y la ingente cantidad de productos desdeñables que el gran público lamenta pero que obtienen los mejores índices de audiencia en todos los medios. Tengo la sensación de que estamos viviendo una época oscura del entretenimiento y la información. Buscamos el morbo por el morbo, nos gusta sentir que somos invisibles y que podemos colarnos en la vida de cualquier individuo con todo el derecho. Porque nadie nos va a pillar nunca.
El problema con este Gran Hermano vírico es evidente: ¿quién controla el límite? ¿Y si mañana el móvil que piratean es el suyo y airean sus secretos (esos secretos que todos tenemos derecho a guardar) a los cuatro vientos? ¿No les aterra el descontrol?
Cierro con lo que dijo Nacho Vigalondo en Twitter: «Hola, gente del futuro leyendo tuits del s. XXI. Os juramos que lo de las famosas en pelotas parecía graciosísimo en su momento».