Larry Crowne, nunca es tarde

La segunda película de Tom Hanks como director (un segundo de su pensamiento para la genial ‘The Wonders’; tarareen el ‘That Thing You Do!’ y sigan) es como un sobre de azúcar de cafetería: tiene los granos apropiados para endulzar el caldo y una bonita frase que le hará reflexionar sobre los misterios de la vida. Pero, cuando lo vas a abrir, se te va la fuerza y terminas desperdigando el azúcar por toda la mesa, dejando inservible todo su contenido. Perdiendo la sonrisa. Maldiciendo al filósofo de turno. ¡Cachis en la mar!

‘Larry Crowne, nunca es tarde’, menudo desastre. Parece el peor episodio de una serie cutre de televisión de los noventa a la que te enganchaste Dios sabe por qué y que miras, embobado, con la misma atención del comensal que aparta las moscas del plato de sardinas. La cinta tiene algunos pequeños y minúsculos detalles simpáticos y una infinidad de cosas malas -muy malas-; pero creo que, la peor, la que la convierte en un filme de pacotilla, es la música. En serio, es horrorosa. James Newton Howard compone una banda sonora que parodia los gestos, las palabras y cualquier posible buena intención de Hanks.

El guion ya lo conocen: Larry Crowne (Hanks) pierde su trabajo por no tener una carrera universitaria, así que decide volver a estudiar. Allí, Mercedes Tainot (Julia Roberts) le dará clases y el mundo se tornará en una amalgama de rosas chiripitifláuticos. Y, con cada minuto, la misma pregunta resuena: ¿Por qué está pasando todo lo que está pasando? ¿Por qué tantos personajes se empeñan en alegrarle el día al protagonista Ambos actores, por cierto, descolocadísimos. El mejor intérprete es George Takei (el clásico de Star Trek) que se pasea como el excéntrico Dr. Matsutani.

La pena es que ‘Larry Crowne’ pudo haber sido una historia entrañable de un tipo que se abre paso en la escuela de la vida. Pudo haber insuflado algo de espíritu a una sociedad mermada por los recortes y el paro. Pero, lo cierto es que el dulce nunca llegó al café.

Dos menciones especiales que no puedo dejar pasar: ¿A quién se le ocurriría lo de ‘nunca es tarde’? ¿Habían visto unos créditos más cutres alguna vez?