Llevo quince minutos jugando y ya sé que estamos ante una obra inolvidable. El escritor Andrzej Sapkowski se convirtió en una celebridad de las letras polacas gracias a sus relatos sobre Geralt de Rivia. Desde aquella primera historia, publicada en 1990 en una revista cultural, las aventuras del Brujo han crecido década a década: relatos que crecen en novelas, novelas en series de televisión, series en películas y, por fin, todo mezclado en videojuegos. Su gran éxito.
‘The Witcher 3’ (disponible en Ps4, Xbox y Pc) es uno de los grandes hitos culturales de 2015. Uno de esos estrenos que quedará en la memoria colectiva –esa que permanece sin necesidad de premios o modas pasajeras–. Y es un videojuego. Uno muy grande, muy espectacular, muy ambicioso. Una enorme aventura que sumerge al jugador en un guion enriquecido con cientos de tramas, subtramas, romances, duelos, fantasía y épica. Más de cien horas de juego –según dicen–, lo equivalente a ver dos veces todas las temporadas emitidas de ‘Juego de Tronos’.
La comparación con la serie de la HBO no es gratuita. ‘The Witcher’ y ‘Juego de Tronos’ comparten una trayectoria muy similar: una saga literaria transformada en un producto audiovisual. O, lo que es lo mismo, un éxito de minorías convertido en un fenómeno de masas. Recuerdo cómo pasé muchos años –muchos– invitando a mis amigos y conocidos (incluso en algún texto del periódico) a leer los libros de George R. R. Martin, antes de que llegaran a la televisión… Ya saben lo que pasó después.
Imaginen ahora que les ofrecieran interpretar a uno de esos personajes de Juego de Tronos. Tan héroe como villano, justiciero y vengador. Lo más cercano a ‘vivir’ esa experiencia es ‘The Witcher 3’. Y eso, como les digo, es un videojuego. Cada arte tiene su placer, no renieguen de ninguno.