La Gala de los Goya

Qué tremendo orgullo ser español. El día después de la gala de los Goya solía ser un mero trámite de sonrisas forzadas, rajadas monumentales y una completa, generalizada y parsimoniosa indiferencia. Los premios del cine español nos han dado igual. Pero ayer, el efecto ‘Invictus’ arrasó en el Palacio madrileño. ¿Fue la batuta de un genial Buenafuente? ¿La ausencia de anuncios? ¿La nueva dirección de la Academia de Cine? Quizás fue un poco de todo. Una de esas confabulaciones astrales que inexorablemente colocan cada pieza en su lugar. No lo sé. Lo que sí sé es que las películas, actores, directores y guionistas habían conseguido llegar a la alfombra verde con una característica hasta ahora inédita: nos importaban.

Hace tiempo les hablé de ‘El efecto Malamadre’, un poder magnético y mágico que nos convierte en un enorme David capaz de darle una bofetada a un Goliat que apesta a McDonald. La gala de los Goya subrayó un estado del que veníamos sospechando desde hace tiempo y del que ahora presumimos: nos gusta nuestro cine. Aquello de ‘españoladas’ queda relegado a una mera anécdota dentro de las monumentales ‘Celda 211’, ‘Ágora’, ‘El secreto de sus ojos’, ‘El baile de la Victoria’, ‘Gordos’, ‘La dama y la muerte’, ‘Pagafantas’, ‘Yo, también’, ‘El cónsul de Sodoma’, ‘Los abrazos rotos’, ‘Planet 51’…

La gala, por cierto, fue una maravilla. El acierto de poner a Buenafuente al frente se transformó en una show rítmico, divertido y con gancho. Impagable el momento en que el presentador le dijo a la Sinde: “Bajaría la escaleras para saludarla, pero delante suya es mejor no bajarse nada”. Secun de la Rosa y Javier Godino protagonizaron el momento musical. La voz en off, en un estilo muy eurovisivo, completaba los espacios en blanco dando dinamismo a las subidas y bajadas de los premiados. Los insidiosos anuncios fueron sustituidos por frases célebres de talentos nacionales. La señora que entregó uno de los Goya fue encantadora. El detalle de Mercero fue precioso. Pocoyó, ilustre. Y Almodovar, con ovación incluida, me pareció un poco sobreactuado. Algo excesivo.

Dos momentos especiales, personales: Javier Recio, director de ‘La dama y la muerte’, se llena la boca hablando de Granada y Andalucía. Bravo. Y Álex de la Iglesia en su discurso, tan ilusionante como amenazador: “Hay que ser humildes, no somos tan importantes. Nos quejamos por no poder rodar y hay mucha gente que no puede trabajar… Miles de familias que no tienen glamour, ni están ni estarán en los Goya. Pensemos en ellos, el motivo de nuestro trabajo”.

Yo pregunto: ¿Quién envidia ahora a los Oscar? Que se preparen. Ya vamos.

Presumir de Goya

La gran noche del cine español se acerca. Para celebrarlo, les invito a hacer un experimento. Hagan la siguiente búsqueda en su vecino y amigo Google: ‘Los Goya’ o ‘Premios Goya’ o ‘Goya’. Si el universo interneticio no ha variado mucho de cuando escribo esto a cuando ustedes leen, los resultados deben ser casi todo menos lo esperable. Sí, hay mucha información pululando por la red, pero, ¿dónde está la página oficial de Los Goya? Quiero decir, si se trata de darle empaque al asunto, de sentirnos orgullosos del trabajo hecho, al introducir todos esos términos en el casillero debería obtener un principal y relevante objetivo. Algo parecido a lo que sucede si ponemos ‘Oscar’.

Pues no, amigos. Nada de eso. La página más cercana es www.premiosgoya.com, un portal cutre como él solo que, además, añade en su cabecera: “web no oficial de los Goya”. Y menos mal, porque mira que da lástima verla. Para ir a la página oficial de los Goya, tenemos que entrar en www.academiadecine.com y, una vez dentro, pinchar en un minúsculo enlace que hay en la parte superior. Para mi gusto, un error y una vergüenza.

Pese a que no soy un gran enamorado del marketing, el cine español debe empezar a pensar en términos yankis a la hora de venderse. Y debe hacerlo porque las películas que este año concursan son la muestra más evidente de que estamos haciendo un trabajo excelente que no tiene nada que envidiar a Hollywood. Super producciones épicas tipo ‘Ágora’, el suspense y la trama elegante de ‘El secreto de sus ojos’, el amor artístico y plástico de ‘El baile de la Victoria’, la soberbia narrativa de ‘Celda 211’, el humor comercial de ‘Spanish Movie’, la animación de ‘Planet 51’, la simpatía y ternura de ‘Gordos’ y ‘Pagafantas’, la sensualidad de ‘After’…

Más aún, entre las películas nominadas a los Goya hay tres producciones -sin contar la presencia de Penélope Cruz- que viajarán a los Oscar: ‘El secreto de sus ojos’, ‘El baile de la Victoria’ y, por supuesto, ‘La dama y la muerte’, el corto de animación de Kandor. ¿No es para sacar pecho?

El cine español es fabuloso. Lamentablemente, ese éxito hay que trasladárselo al espectador cómodo y ennortado ante la incesante y apabullante publicidad americana. Ahora que sabemos que podemos ganar al gigante, vamos a presumir. Vamos a contarlo.

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