Mi amiga Tere se muere de ganas de que llegue marzo. Si conocen a alguien que se haya preparado el MIR sabrán a lo que me refiero: los futuros médicos se enfrascan en una vida monástica, tenebrosa y con ciertos repuntes zombies. El exigente horario de estudio y los simulacros de cinco horas -por el amor de Dios- podrían hundir el ánimo de cualquiera. Pero ahí les tienen, peleando como jabatos contra el remoloneo y la derrota.
El caso es que, para que su conversión en muertos vivientes no sea completa, los preparadores del MIR les conceden un día libre a la semana. Uno. Y yo, apasionado a las películas vespertinas, creo que me repatearía los higadillos poner la televisión un domingo por la tarde y encontrarme con un virus que se expande sin vacuna posible: la Navidad.
No, no soy de esos amargados que odian la Navidad y gustarían de paredones de fusilamiento repletos de Papá Noeles y Reyes varios. Pero macho, ¿tan difícil es programar una película que no se titule: ‘Vaya Santa Claus’, ‘Salvemos la Navidad’ o ‘Familia en Navidad’? Además, es que todas tienen el mismo mensaje de que, a final de año, la magia siempre reina arreglando todos los males del planeta -hasta que wikileaks diga lo contrario-.
El caso es que estaba yo enfrascado en mis pensamientos negativos y mis críticas contra los epílogos facilones, cuando me encontré con este párrafo en el blog de mi amiga Tere: “ Pero yo he encontrado mi portal de Belén: una madre embarazada (Judith), un padre que la acompaña, un pesebre (o patera), unos pastores (36 subsaharianos que ocupaban la embarcación), unos Reyes Magos (Carlos Puche, Luisa Ferriz , el equipo de Cruz Roja y Guardia Civil), y hasta una estrella de Oriente (el puerto de Motril)”.
Habla de la niña que nació en una patera. La niña a la que llamaron ‘Happiness’. Realmente los médicos están hechos de otra pasta. Una repleta de vocación.