La invención de Hugo (I)

Las historias son el romance que nos empujan a la aventura e invitan a soñar sobre un barco imaginario. Las voces que Julio Verne escuchó mientras miraba al corazón de la chimenea son las palabras que George Meliès leyó durante una preciosa noche parisina en la que brillaba la Luna llena. Los fotogramas que saltaron el ojo de Martin Scorsese en un cine neoyorkino son el reflejo de las gafas polarizadas que pasean por la estación parisina de Hugo Cabret. Ese vínculo, sagrado e inmortal, hilvana obras y autores en una única y poderosa crónica: el Arte.

‘La invención de Hugo’ es una arrebatadora oda al cine, a la literatura y a toda suerte de narrativa, glorificando la presencia de los ‘cuentacuentos’ como esos mecánicos de la vida que ofrecen su talento, su fantasía, al servicio de la verdad. Para hacer más verdad la verdad y convertir en verdad mentiras que deberían serlo. El protagonista de Hugo es un niño porque no podía ser de otra manera. Porque solo los ojos que ven por primera vez pueden entender la emoción del héroe sin juzgar ni criticar su realidad. Precisamente, solo los ojos del incauto verían en la última de Scorsese una simple cinta infantil.

El filme une dos historias, la de los pequeños Hugo e Isabel, recién iniciados en el mundo, y la de George, un fascinante abuelo con un pasado inolvidable. Los tres inician una búsqueda vocacional: «El mundo es como una máquina y a las máquinas no les sobra ninguna pieza –explica Hugo–. Las personas somos piezas de una misma máquina y, al igual que las máquinas, estamos rotas si no cumplimos con nuestro propósito».

La película de Scorsese es brillante en su conjunto pero, muy especialmente, cuando el guion alcanza su cima, en el último tercio del metraje: Brutal y sobrecogedora carta de amor del director a su trabajo, a sus maestros y a todos aquellos que le han convertido en parte de la historia. Un rayo que atravesará el alma de los amantes del cine.

La inversión de Hugo

Ayer estuve leyendo las revistas de cine de febrero y consiguieron crear un deseo irrefrenable de ver una película que se estrenará el próximo día 24. He de confesar que, cuando vi el cartel promocional, allá por abril o mayo de 2011, consideré que la única explicación razonable para que Martin Scorsese dirigiera un film que parecía una chorrada tipo ‘Viaje al Centro de la Tierra en 3D’, era que chocheaba. Unos meses más tarde, en julio tal vez, disfruté como un enano con cada escena que el trailer nos dejaba imaginar. Un cosquilleo parecido al que recorrió mi espalda la primera vez que entré a la librería del señor Koreander. Entonces supe que tenía muchas papeletas para ser una de esas joyas fantásticas que reconcilian a niños y adultos.

Setenta días después, el 10 de octubre de 2011, se estrenó en EE.UU ‘Hugo’ y, desde aquel día, la promesa de Scorsese creció a pasos de gigante. De repente no era una chaladura para sacarnos los cuartos, sino una de las grandes favoritas al Oscar. Los críticos no dudaron en convertirla en la película revelación del año, describiéndola como un canto al cine, al arte y al corazón de las historias. El paso de las semanas y el boca a boca sentó de escándalo a la taquilla y ‘Hugo’ sumaba, sin freno, alabanzas, éxitos y salas a rebosar.

Luego vinieron sus nominaciones a los Globos de Oro, el premio a mejor director para Scorsese y las 11 candidaturas al Oscar… Y aquí estoy, cuatro meses después de su estreno en Estados Unidos, buscando la manera de entretener el hambre hasta que llegue el 24 de febrero, fecha en la que llegará ‘La invención de Hugo’ a nuestras pantallas.

Yo sé que me pongo pesado con el tema. Pero mucho cerrar páginas webs, mucho Megaupload, mucho concienciar, pero la verdad es que las películas llegan con un ritmo ridículo. Por curiosidad, comparen fechas: ‘Moneyball’, ‘Los idus de marzo’, ‘Los descendientes’, ‘J.Edgar’, ‘Warrior’, ‘Los Muppets’, ‘Young Adult’, ‘Tan fuerte, tan cerca’…

Por cierto, ‘Hugo’ ya tiene fecha de lanzamiento en DVD y Blu-Ray:el 28 de febrero. No digo ná y lo digo tó.