Star Trek se escribe con eñe

Desde que el señor J.J. Abrams nos regalo la fantástica revisión de ‘Star Trek’ se ha convertido en un clásico de mi videoclub particular. Cada cierto tiempo me obsequio con un nuevo visionado de la aventura intergaláctica de Kirk y compañía. No es una película para ponerse científico ni docto. Tal vez no haya razonamientos objetivos para que sobresalga del resto, pero a mí me encanta. Me divierte muchísimo. De principio a fin.

Nunca fui un fan fatal de la saga trekkie. De hecho, tenía bastante olvidadas las películas originales -no tanto la serie de televisión, que sí la disfruté en las largas tardes de verano-. Siempre las vi como un intento fallido por alcanzar el glorioso cenit de ‘La Guerra de las Galaxias’. Lo curioso del asunto es que, cuanto más veo la nueva ‘Star Trek’, más olvido la última trilogía de Lucas. Confieso que, sin lugar a dudas, fui de los que admitió con rapidez: “Ojalá Abrams hubiera dirigido las nuevas de Star Wars”.

En fin. El caso es que ya empiezan a brotar noticias sobre la segunda parte de la nueva generación de ‘Star Trek’. Primero supimos que Benicio del Toro iba a ser el malo. Pero el revolucionario, finalmente, se bajó del tren. Lo que deja dos nombres para el papel. Dos hispanos: el venezolano Edgar Ramírez (de la saga Bourne) y el español Jordi Mollá. Teniendo en cuenta la tirria personal que se ha granjeado Mollá gracias a sus nada sobresalientes papeles previos como perverso traficante de droga en Hollywood, preferiría que el papel recayera en Ramírez.

Todo apunta -aunque Abrams se empeñe en negarlo- a que los amigos de la eñe interpretarían al insigne Khan, que apareció por primera vez en la segunda entrega de la saga fílmica. Habrá que esperar hasta el 17 de mayo de 2013 para ver el resultado. A ver cuántas veces me da tiempo a ver el periplo de la Enterprise… Qué paciencia, madre.

Super 8 (y II)

En una de las primeras entrevistas que realizaron a J.J. Abrams cuando se anunció que estaba desarrollando un proyecto con el mismísimo Steven Spielberg, el creador de ‘Perdidos’ confesó que, en un principio, había presentado una idea sobre unos niños que rodaban una película en super 8. Algo que la productora no escuchó con demasiada atención. “Meses más tarde, les propuse hacer una historia sobre un ser extraño que era transportado en uno de esos trenes que salían del Área 51 y que, tras un accidente, escapaba en un pequeño pueblo estadounidense”. Entonces, el bueno de Spielberg, le sugirió la mezcla: “¿Y si combinamos ambas ideas?” Eso sí gustó.

El resultado fue ‘Super 8’. Una película que no abandona al espectador en ningún momento, que proporcionará dos horas de puro entretenimiento y que, incluso, algunas escenas pueden tocar la fibra sensible del mitómano. Y, sin embargo, algo falla. ¿El qué? Spielberg. O, lo que es lo mismo, la constante sensación de que hay dos guiones pugnando por ganarse la primera plana, convirtiendo al monstruo en algo accesorio, anulando toda posibilidad de empatía y confundiendo a sus protagonistas que nunca llegan a tener claro cuál es su objetivo final.

La sensación es que, analizado por partes, ‘Super 8’ lo tiene todo: los héroes carismáticos, la amistad como primer capital, el amor puro, suspense y acción, humor, una banda sonora magistral -Michael Giacchino es indiscutible-, ciencia ficción, fantasía, cine sobre cine… Pero falta el elemento que cohesione y unifique la historia. O, más que faltar, no cumple su labor, ya que esa era la misión del monstruo.

En cualquier caso, ‘Super 8’ sí que cumple con una de las premisas que forjaron los bocetos de Abrams: más técnica no significa, necesariamente, más imaginación. Y su mensaje llega limpio, conciso y claro: podéis implementar todas las altas definiciones, sonidos Thx, capturas con sensores de movimiento, rodajes en 42 fotogramas por segundo y los tresdés de los huevos que queráis. Al final, no importa la técnica, importan las palabras.

Super 8 (I)

Ser un confeso romántico nunca estuvo de moda. Y no me refiero a ser un hortera de medio pelo que suspira con los pétalos de una margarita ni a un erudito hippy que emula las palabras de poetas muertos con esculturas visiblemente incomprensibles. Hablo de todos esos que, al echar la mirada atrás, se emocionan con un recuerdo. De los que dejan que una historia les interpele y les transporte a mundos de otro modo inalcanzables. A todos esos, al fin, que supieron ver la épica, la pasión, el alma y la vida en apellidos poco convencionales: Montecristo, Jones, Walsh, Skywalker.

‘Super 8’ es una declaración de amor a las historias que forjaron a una generación de creyentes. Un ejercicio de fe por y para los niños -y no tan niños- que colocaron su figura de Han Solo en la estantería de su cuarto junto al Imperio Cobra, los jóvenes castores, el cubo de Rubick y los patines Fisher Price. Muchos son los que hoy se vanaglorian de los ochenta, porque los ochenta están de moda. Pero muy pocos pueden presumir de haber sido parte de ese misticismo friki al que ahora miramos con añoranza. Con respeto.

J.J. Abrams nos propone un paseo por escenas a las que nos es imposible mirar con devoción sin rescatar grandes títulos de la época: la tensión de ‘Tiburón’, la humanidad de ‘E.T.’, la fascinación de ‘Encuentros en la Tercera Fase’, la hermandad de ‘Cuenta Conmigo’ o la pasión de ‘Los Goonies’. Todo aderezado con temas musicales del porte de ‘My Sharona’, ‘Don´t Bring Me Down’, ‘Easy’ o ‘Heart of Glass’.

Incluso los protagonistas, un grupo de niños que visten camisetas de colores y zapatillas de deporte -vaya, que no parecen salidos del último anuncio de El Corte Inglés, como los niños del cine moderno; quiero decir, que parecen niños de los que se ensucian y todo. De los que saben ser niños-, recuperan el eclecticismo que permitía a las pandillas sentirse identificadas con sus héroes: no todos son altos, guapos y perfectos. De hecho, llevan aparato, hacen chistes guarros e, incluso, válgame el cielo, hay un gordito -aún no ha habido ninguna protesta formal por el defensor del espectador ya que, como bien sabemos todos, ver a un niño gordito impulsa a los jóvenes a devorar hamburguesas y a tatuarse el logotipo de Mcdonalds en el pecho-.

Por todo esto, ‘Super 8’ debería ser ‘esa’ película que, con solo nombrarla, erizara el vello. Y, sin embargo, algo falla…

Distribución Real Ya

Acampen en las taquillas de su pueblo, supliquen piedad a sus acomodadores, lancen un grito silencioso al orden establecido: “Queremos una Distribución Real Ya”. Yo sé que los cines no tienen la culpa de nada y que, si por ellos fuera, nos pondrían todas las películas del mundo mundial antes incluso que en Times Square. El caso es que, por unos o por otros, todos los años tenemos un nuevo estreno que lamentar.

Ya les había dicho en otra ocasión que me muero de ganas de ver ‘Super 8’. Tengo varios motivos: Su director, J.J. Abrams, me parece un genio. Uno de esos visionarios generacionales que ha sabido sacarle la chispa necesaria a la ciencia ficción para convertila en algo humano, trascendental. La película, pese a que cuenta con el peligroso apoyo de Spielberg, se centra en una época especialmente mágica en la que nacieron los principales mitos del género: los 80. La música, compuesta por el legítimo heredero de John Williams, el incomparable Michael Giacchino. Y, también, porque es una película con un poderoso aire a Goonie.

El caso es que ‘Super 8’ se estrenó el pasado 10 de junio, en Estados Unidos. Aquí lo hará el 19 de agosto. Tranquilos, ya les hago yo las cuentas: diez semanas más tarde. Por mil pesetas, cosas que se pueden hacer en dos meses: un curso intensivo de inglés, ver las seis temporadas de Perdidos y, tal vez, subir a Internet ‘Super 8’ para que otros la descarguen. Eso es así. No es algo que vaya a defender, pero negar su existencia sería un absurdo. Para cuando la cinta de Abrams llegue a España ya habrá disponible una versión en calidad DVD para descargar. Y, por tanto, a la venta en el top-manta, por ejemplo. ¿No se dan cuenta del daño?

Más aún: todo el misticismo que rodea a ‘Super 8’ se irá al carajo, porque por muy ancha que sea Castilla, en Internet todo se sabe. Sin querer, nos toparemos con críticas, análisis, fotos, vídeos y demás comentarios que arruinarán el estreno español.

Ya no tiene remedio. Pero, por favor, a quien competa: ‘Distribución Real Ya’.

Los trailers correctos

Si me encontrara con el genio de la lámpara de las proyecciones del cine y me concediera el deseo de ver cualquier estreno previsto para este año ahora mismo, lo tendría muy claro: ‘Super 8’. La mística ochentera que J.J. Abrams y Steven Spielberg han conseguido crear con sus niños cineastas me tiene entusiasmado. El otro día, viendo ‘Thor’, creo que fue lo que más ilusión me hizo, ver el trailer en español -con esa música del maestro Giacchino, el nuevo John Williams, ¡sensacional!-

De hecho, creo que si alguien me vio en el cine durante los trailers de ‘Thor’ debió pensar que se trataba de Tom Hanks encerrado en el cuerpo de un adulto, una vez más. Qué quieren que les diga, hay películas y películas. Unas son CINE y otras, otra cosa. Algo que me resulta la mar de divertido. El combo de spots fue el siguiente:

Arrancamos con ‘X-Mens: First Class’, un proyecto con Matthew Vaughn a la cabeza, un director que ya me enamoró con su imprescindible ‘Kick-Ass’ o su fabulosa ‘Stardust’. Todas conversiones más que aceptables del mundo del cómic. En esta ocasión, será una especie de ‘Cuéntame’ con Charles Xavier y Erick Lenhsherr. Con el ‘hype’ heróico por las nubes, nos plantan en la sala ‘Capitán América: el primer Vengador’. Cinta que, probablemente, llegué con las mismas virtudes y fracasos de la propia ‘Thor’.

Y, como les decía, para terminar, la inspiradora ‘Super 8’. No sé si han visto el trailer, deberían. Sobre todo si son parte de la generación que creció con ‘E.T.’, ‘Los Gremlins’, ‘Los Goonies’, ‘Regreso al Futuro’… No sé cómo, pero consigue recrear un cierto sabor en la boca difícil de olvidar. Me apasiona.