Las vidas posibles de Mr. Nobody

¿Y si mi padre nunca hubiera salido de Lupión y mi madre no hubiera leído las novelas que le compraba mi abuelo? ¿Y si el perro que me mordió en la nalga derecha en 1992 -una bonita historia- no hubiera estado suelto? ¿Qué hubiera pasado si la primera y última vez que patiné no me parto la muñeca? ¿Y si no hubiera prestado atención al profesor de Literatura y sí al de Matemáticas? ¿Y si hubiera entregado la carta de amor que nunca salió del cajón? ¿A qué me dedicaría ahora si hubiera terminado Bellas Artes? ¿Y si le hubiera partido la cara al imbécil que me atracó? ¿Sería tan feliz si no hubiera visto el cartel de ‘vendo cachorros’? ¿Qué pasaría si nunca hubiera escrito este texto?

Antes de tomar una decisión, todo es posible. El universo se desdobla una y otra vez creando, en un instante, vidas que corren paralelas simultaneando una misma historia. No sé si les ha pasado alguna vez o si han reflexionado con la almohada sobre el asunto, pero es fascinante. Esa sensación, al cruzar una vía, de perder el aire que cargan los pulmones cuando un coche pasa a toda velocidad. Un segundo fugaz de vacío en el que escribes tu otra vida posible, que olvidarás con la siguiente calada de aire.

‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’ es una de esas películas en las que explicar su argumento es tan complicado como contar todas las estrellas del cielo. Puedes empezar pero, probablemente, seas incapaz de hacerlo. Jaco Van Dormael (‘Totó, el héroe) dirige un film que aúna filosofía y ciencia ficción y que logra, de la manera más emotiva, describir la línea que une las posibles vidas de Nemo Nobody (Jared Leto, ‘Réquiem por un sueño’) a partir de diversos hitos que pudieron suceder.

‘Mr. Nobody’ empieza, para el espectador, como una mañana extremadamente resacosa. Las imágenes son confusas y nada tiene sentido. La paciencia, a retales de Memento, terminará construyendo una experiencia preciosa que les dará horas de soliloquios. Creo que no existe una única conclusión para la película. Es como esos cuadros impresionistas que transmiten tantos mensajes como ojos miran. Para mí es un canto al fracaso. A los errores que nos echamos en cara cada vez que el universo conspira. Los mismos tropiezos que, al final, nos llevaron con el amor verdadero. Causa y efecto.

Samuel Beckett: “Todo de antes, nada más jamás. Jamás probar, jamás fracasar. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.