X-Men: Días del futuro pasado

La lectura de un cómic viene acompañada de una liturgia mutante, si permiten la licencia. Es como si los diálogos, la acción y la intriga se filtraran a través de pupilas y yemas. Cuerpo y alma anulados por un ritmo constante de viñetas y bocadillos que focalizan la atención, como si un rayo iluminara una porción determinada de una noche en calma.

X-Men: Días del futuro pasado’ es, sin duda, un ejercicio de amor al cómic y una declaración de intenciones para todos los que pasaron alguna página. Bryan Singer (‘Jack el caza gigantes’) utiliza una de las historias más icónicas del universo Marvel para transformar la celulosa en celuloide, respetando los cánones que guían al más fiel seguidor. Quiero decir que, por encima de todas las críticas posibles, ‘Días del futuro pasado’ es una película que gustará a los que se saben el nombre de su vendedor de tebeos.

Saltándose completamente el eje -guiño, guiño- de toda la saga cinematográfica, el film nos sitúa en un futuro apocalíptico en el que los mutantes se convierten en víctimas de un exterminio. Xavier, Magneto, Tormenta, Lobezno, Gata Sombra y un puñado más de mutantes, sobreviven a los Centinelas, máquinas diseñadas para eliminar de la faz de la tierra “a los que no son como nosotros”. Pero, ¿qué pasaría si un mutante pudiera volver al pasado, al día exacto en el que una pequeña chispa inició la debacle mutante, y cambiar el destino de toda la humanidad?

‘X-Men: Días del futuro pasado’ combina a todos los actores de la saga, desde Ian McKellen y Patrick Stewart, hasta James McAvoy y Michael Fassbender, pasando por ese condensador de fluzo que es Hugh -Logan- Jackman. Y de entre las muchas y muy variadas escenas de puro entretenimiento que propone Singer, especial mención para las batallas futuristas con Blink y al enorme rescate de Mercurio: qué secuencia más inolvidable.

Las dudas. ¿Es divertida? Sí. ¿Es épica? Sí. ¿Su escena post-créditos deja con ganas de más? Ou Yeah. ¿Es mejor que ‘Los Vengadores’? No.

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La conspiración

Siempre me he preguntado qué debe sentir el abogado de un etarra. O el del asesino de Marta del Castillo. Incluso en situaciones menos rocambolescas, como la de un político corrupto que juega al monopoly con su pueblo. Acusaciones que suelen llegar a los tribunales con una sentencia firme e indudable por parte de la gran masa social: culpables. Imaginen por un segundo, por un efímero instante, que nos equivocamos con alguno de esos evidentes reos. Que son inocentes, que todo es fruto de una horrible casualidad. Se lo pongo más fácil: ¿Cuánto tardaron en juzgar al niño que supuestamente lanzó un paraguas al campo del Granada CF? ¿Qué sintieron cuando se descubrió que fue un lamentable accidente? En esa sensación, de lo visceral a lo reflexivo, ahonda Robert Redford en ‘La Conspiración’.

El 15 de abril de 1865 Abraham Lincoln muere asesinado en el Teatro Ford. Un hombre disparó la bala que atravesó su cráneo, pero otros urdieron la trama, la conspiración, que facilitó que el gatillo apuntara hacia el presidente de los Estados Unidos. Entre los acusados, Mary Surrat (Robin Wright), madre de uno de los principales implicados y dueña de la casa donde se reunían los asesinos confesos. Para ella también se pide la horca. Frederick Aiken (James McAvoy, este actor me gusta más cada día), un condecorado héroe de guerra, se verá obligado a actuar como abogado defensor de la señora Surrat, una mujer que, para el resto del país, ya era culpable. Ella, sin embargo, se declara inocente.

Robert Redford se mueve con soltura en el cine político. Ya lo consiguió con su ‘Lobos por Corderos’ y ahora repite con ‘La Conspiración’, un película de profundo calado yanki que, sin embargo, sirve como una estupenda clase de historia americana para el resto del planeta. En el cine de Redford siempre juega un papel muy importante la luz y, en esta ocasión, no es menos. Me resultan fascinantes los planes de Robin Wright encerrada en la cárcel, tras un misterioso halo de luz que cruza la estancia, como si se tratara de una virgen renacentista.

Como la mayoría del cine histórico, exige un espectador paciente para un ritmo pausado y muy dialogado. El filme de Redford no guarda muchas sorpresas ni giros inesperados, por supuesto. Pero tiene un cierto encanto visual y dramático muy agradecido. No es la gran película que esperaba; tampoco una decepción. Es una conspiración entre dos aguas.

X-Men: Primera Generación

Primero pensé que ‘X-Men: Primera Generación’ era la historia que todos los fans de Star Wars esperábamos ver entre Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker. De hecho, no me cabe duda de que la película de Matthew Vaughn (‘Kick-Ass’, ‘Stardust’) es el mejor filme de jedis de los últimos veinte años. Luego di gracias al cielo y a los productores de Hollywood que dieron un presupuesto ridículo a la película -“¿superhéroes en los 60, qué locura es esa?”-, porque nos han ahorrado estupideces en 3D y han favorecido un derroche de imaginación que se sustenta en el corazón del celuloide: un gran guion. Y, por fin, con unos títulos de crédito tan vistosos como el resto del metraje, lamenté no tener diez años para poder ir al parque a jugar a que soy un mutante. Repámpanos, qué divertida es.

Después de una tercera entrega mediocre y un ‘Lobezo’ innecesario, ‘Primera Generación’ es un soplo de aire fresco. No es un ‘remake’, no es un ‘reboot’ ni una entrega más de una franquicia. Es una delicia. Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender) tenían un destino: forjar una amistad y liderar los dos bandos opuestos de una gran guerra. ‘X-Men: Primera Generación’ relata cómo se conocieron y las razones que llevaron a ambos a tomar rumbos tan opuestos.

La última de Marvel (inconmensurablemente mejor que ‘Thor’; y probablemente que cualquier otra de la casa) mezcla intriga y suspense -casi al estilo James Bond- con acción y aventura, todo sazonado con una estética de cómic muy bien traída. Además, Vaughn no cae en el error de ignorar al resto de secundarios y convertirles en meros maniquíes que posan junto a los protagonistas -con la excepción del español Álex González, que no dice una palabra-.

La cinta hará las delicias de los lectores del cómic y de cualquier espectador que quiera pasar un buen rato. Porque, quizás, el éxito de ‘X-Men’ sea superar esa difícil línea que separa el cine de entretenimiento de una gran película. Me voy a repetir, pero allá va: con el presupuesto de ‘Piratas del Caribe 4’ hacemos diez ‘X-Men: Primera Generación’. ¿A qué estamos esperando?

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