Die Hard’, el original. ‘Jungla de Cristal’, para nosotros. ‘Duro de Matar’, en Hispanoamérica. Y, para todos, sin diferencia: «Yippee-Ki-Yay (disculpen la expresión, pero sin el siguiente enfático la frase queda coja. Huérfana. Carente de poesía), hijo de puta». La historia de John McClane (Bruce Willis) es la historia del cine de acción hollywoodiense. Desde que fuera declarado el héroe de la crisis de Nakatomi, en 1988, la vida no ha parado de darle sorpresas al entrañable agente de policía de Los Ángeles.
Es curioso lo del título de la película. Más que nada porque conseguir una traducción ‘correcta’ era casi tan milagroso como salir vivo del aeropuerto de Washington, en 1990. Literalmente, en español, sería algo así como «morir duramente» o «difícil de matar» o «duro de matar», claro. Pero ninguno de esos títulos es certero. Por supuesto que ‘Jungla de cristal’ tampoco lo es, pero es que ‘Die Hard’ viene de la expresión coloquial yanqui «old habits die hard», que, por intentarlo, sería: «los viejos hábitos son difíciles de superar». Así que, ‘Die hard’ hace un juego de palabras con la rutina de McClane y sus vicios –como el fumar–, y lo difícil que es sobrevivir a la venganza de un chalado con tintes de dictador, como lo de 1995, en Nueva York, con aquel simpático taxista de estética pulp.
Bruce y John regresan hoy a la gran pantalla con la quinta entrega de la saga: ‘Jungla de Cristal: un buen día para morir’. O ‘A Good Day To Die Hard’. O ‘un buen día para superar los viejos hábitos’. En fin. En esta ocasión, McClane marcha a la madre Rusia con su hijo, el último miembro que nos quedaba por conocer, en un aventura que la crítica estadounidense ha tildado de ‘pírrica’. Los primeros espectadores del film claman justicia contra los productores que han mancillado la saga.
Pero oigan, que levante la mano el que después de 25 años viendo una y otra vez las ‘Jungla de Cristal’ no se muera de ganas de ir al cine. Ya puede ser una chufla importante, que aquí uno presentará sus respetos a la familia McClane. Aunque solo sea por escuchar lo de Yippee-Ki-Yay…