Acantilado Rojo

La literatura china cuenta con dos obras mastodónticas –tanto en páginas, como en relevancia- de la que beben cientos y cientos de historias posteriores escritas por todo el mundo: ‘El Romance de los Tres Reinos’ y ‘Los Forajidos del Pantano’ (traducción libre de ‘Outlaws of the Marsh’, título de la versión inglesa; aquí nunca llegó). Cumplen el mismo papel que el Quijote de Cervantes en España o Musashi en Japón: se leen en el colegio, se entienden en las Universidades y se muere abrazado a ellas. Irónicamente, estas dos leyendas, emblemas de una cultura milenaria, sólo son conocidas en occidente en el gueto de los videojuegos con las sagas ‘Dinasty Warriors’ y ‘Suikoden’. Si combinan la épica, el romanticismo y la filosofía oriental de ambas, obtendrán la gran película de John Woo, ‘Acantilado Rojo’.

Las casi dos horas y media de aventuras que nos regala Woo son un montaje realizado especialmente para los cines europeos y americanos, ya que, en su origen, estaba dividida en dos partes. De hecho, en China se estrenó en dos películas (2008 y 2009) que han cosechado un éxito sin precedentes en sus salas. Este trato casi demoníaco fue la única estrategia viable para conseguir un impacto mundial, ya que las distribuidoras no se atrevían con una cinta en la que no había ningún actor reconocible en el póster promocional. Habrá que esperar a los extras del dvd para verla completa.

El guión, de corte clásico, cuenta cómo varias naciones del sur de China forman una rebelión para enfrentarse a un tirano que, en nombre del emperador, ansía dominar todo el mundo conocido. Situada en el año 220, el film fluye gracias a valores como el honor, la amistad, la justicia y la ambición, hilvanados por los estrategas de los distintos frentes y por un puñado de héroes carismáticos que lideran la causa. Por supuesto, las batallas, preciosistas, seducen al espectador gracias a un cuidado montaje y una fotografía tan brillante como una novela gráfica.

No hay titanes ni furias en tres dimensiones, pero esta aventura sí merece el tan denostado adjetivo de épica.