La chispa de la vida (y II)

Cuando vi el trailer de ‘La chispa de la vida’ me quedé con la sensación de que íbamos a sufrir un drama protagonizado por El Tío de la Vara. Un intento fallido de redención para un humorista con ansias de lágrima. Al salir de la sala corroboré que el tipo tiene chispa. Pero es que de vida también va muy sobrado. Lo lamento por el resto de aspirantes al título, pero el Goya revelación del año –pese a que lo de revelación sea una raya sobre una cruz– es para el señor José Mota, fantástico trabajo repleto de matices. Y casi sin levantarse del suelo.

Roberto Gómez (Mota) es un publicista cuyo gran logro fue crear, con 18 años, la famosa campaña de Coca Cola «La chispa de la vida» (Al mundo entero quiero dar, un mensaje de amor… ¿recuerdan?). Veinte años después, el exitoso creativo, víctima de la crisis, se levanta con un único pensamiento en la cabeza: encontrar trabajo. Después de una entrevista desafortunada, termina, no les diré cómo, con un hierro clavado en la cabeza que le impide moverse. Gómez, conocedor del mundillo, intentará convertir su sufrimiento en una campaña de publicidad que le reporte beneficios millonarios.

La película de Álex de la Iglesia tiene grandes virtudes: el elenco de actores hace un trabajo magnífico (con un carrusel de secundarios digno de Torrente); el director imprime con maestría ese estilo tan suyo de combinar emociones opuestas en un mismo plano; y deja un poso reflexivo que perdura a la proyección. Sin embargo, el problema de ‘La chispa de la vida’ es que quiere abarcar demasiados temas, todos muy profundos: el paro, la soledad, el amor, los medios de comunicación, el arte, la eternidad… Muchos frentes para una única chispa.

En cualquier caso, miro a ‘La chispa de la vida’ y a Álex de la Iglesia y crece la fe en que un cine español, auténtico, es más que posible: es real. Y que un humorista como José Mota nos emocione con tanta empatía es maravilloso. Así que, igual que te digo que me hace gracia cuando ríe, te digo que, cuando ríe, es capaz de hacer llorar. Con regomello.

La chispa de la vida (I)

Siempre se puede estar peor. Si miran a su alrededor verán vecinos que perdieron su trabajo. O que nunca lo tuvieron. Verán hijos desatendidos, hermanos peleados y juramentos rotos. Escucharán gritos desalentadores, súplicas, ruegos y lamentos que claman al cielo. Olerán el miedo del que no puede afrontar sus números, sentirán el roce de una piel fría que pierde su techo. Saborearán el hambre, la sed, el odio, la guerra: esta perra vida.

Pero siempre, te bañes en lodo o te bañes en oro, hay que aspirar a estar mejor.

Supongo que nadie llega a ser tan sabio como para descifrar dónde reside ‘La chispa de la vida’. Pero la tragedia de Roberto Gómez (José Mota), un cualquiera con aspecto de semejante, es bastante reveladora. Pese a no pronunciar en ningún momento de la película de Álex de la Iglesia la palabra ‘crisis’, es muy probable que resuene en su cabeza. Una crisis de la clase media, de los que aguantan en mitad de la tabla sin poder celebrar el éxito ni el fracaso. De los que aguantan estoicamente el “es lo que hay, da las gracias”.

 

Estoy convencido de que uno de las amargores que dejará esta triste y oscura época será el maquiavelismo y la demagogia con la que los dueños del dinero jugaron con nosotros. Ya saben a lo que me refiero: trabajadores que se agarran a piedras ardiendo que nadie puede -quiere- apagar. La impotencia de tener que tragar lo que sea con tal de mantener un empleo estancado que sigue aumentando los beneficios de una cúspide poco generosa con el reparto del botín.

El bueno de Roberto pasa por una experiencia excesiva e improbable con la que, irónicamente, es fácil sentirse interpelado. Porque hoy, más que nunca, es posible sentir el frío aliento de una espada que se cierne sobre nosotros sin compasión. ¿Quién podría culpar al que quiere mejorar, al que quiere demostrar y utilizar su talento? Esa chispa, como les digo, no sé dónde está. Pero, por si acaso, abracen a los que tienen cerca. Tal vez el resto no tenga remedio. O importancia. O vida.