Facebook

Una de nuestras conversaciones típicas a la luz de la Alhambra -Especial o 1925, aceptamos ambas- gira entorno a la posibilidad de idear una producto tan original que nos haga inmensamente ricos. He de confesar, con toda humildad, que si alguno de nuestros proyectos vieran la luz, el mundo sería un lugar mucho más bonito (¿se imaginan lo que sería un cortador automático de papel higiénico? Nosotros sí)

El caso es que, hoy día, tener una inspiración medianamente original es harto complicado. Aquello de que no hay nada nuevo bajo el Sol adquiere un sentido 2.0 con la llegada de las nuevas tecnologías y la era del remake y el refrito. Hay una regla: por cada idea que alguien reclame como suya, hay dos inventores que retuercen en su tumba.

El amigo Zuckerberg -no confundir con el Dr. Zoiberg- tiene una historia, como poco, intrigante. El tipo tuvo una idea a la que supo sacar partido, al igual que David Fincher ha sabido contar una historia que ha sido publicada en la prensa hasta la saciedad, con un ritmo y un guión que enganchan desde el primer segundo.

¿Alguno de los dos es verdaderamente original? No, claro que no. Nadie lo es. Uno colgó en Internet el álbum de fotos de su promoción de la Universidad y el otro rodó un biopic con licencias. Y ahí está el mérito. En convertir una idea más en un producto de calidad, que no sabe a lo de siempre, que revoluciona.

Pero bueno, ya van dos días y todavía no hemos comentado ‘La red social’ como Steve Jobs manda. “Uno no hace 500 millones de amigos…”

"Maristas82 quiere ser tu amigo"

El día de nuestra graduación no existía Facebook. Después del último brindis, del último examen, del último abrazo, nadie intercambió correos electrónicos. Ninguno fuimos tan visionarios como para imaginar que un día, diez años después, estaríamos todos catalogados en una enorme red social. Que, de un plumazo, podríamos ver qué fue del otro: sus fotos del viaje de fin de carrera, su pasión por las señoras que van con paraguas por debajo de la cornisa, sus películas favoritas, los vídeos que ven, la música que escuchan, lo contentos que se ponen cuando llega el viernes…

Hace unos meses recibí, al igual que el resto de mis compañeros de clase, un email con una invitación de Facebook: “Maristas82 quiere ser tu amigo”. Tres fenómenos pensaron que sería genial poder reencontrarse con los viejos compañeros de clase cuando se cumple la década de nuestra salida. Nos proponían una cita: “16 de octubre en el patio del colegio. Don Diego -el profe de gimnasia- nos hace una paella”.

Casualidades del celuloide, ayer se estrenó ‘La Red Social’, una de esas películas que nacen con un pan bajo el brazo y de las que la crítica internacional empezó a hablar bien mucho antes de ver un sólo minuto de metraje. La del creador de Facebook es una de esas historias que definen a toda una generación. Al instante preciso -el ‘click’- que inició el cambio de una era. Nuestra era.

Lo maravilloso del último trabajo de David Fincher (‘El Club de la Lucha’, ‘Seven’) es que hace de un hecho histórico, de un evento que marcó la evolución del mundo, la excusa para hablar de nuestra rutina. De nuestra forma de ser, de concebir la amistad y de las pasiones que nos impulsan a diario. De los estigmas que nos impiden crecer y de los pecados capitales que seguimos cumpliendo a rajatabla.

Somos una generación privilegiada. Hemos vivido algo parecido a lo que fue crecer sin televisión. Dentro de unos años -si no lo es ya- será impensable la ausencia de las redes sociales. Y, al igual que mi abuelo en su momento, me sentiré tremendamente orgulloso de poder decir “yo crecí sin Internet”. Y, acto seguido, lo publicaré en mi muro de Facebook.

Hoy, por lo pronto, me contentaré con dar un abrazo a mis compañeros de Maristas. Los del ochenta y dos.

La película de Facebook

Suena a patochada. A comedia barata de chico que se enamora en Facebook de la chica a la que no hace caso en el trabajo porque va despeinada y no destaca al lado de la rubia despampanante. Pero ‘The Social Network’ es algo muy serio. Por la red se la conoce como ‘la película de Facebook’ y en los últimos meses ha hecho apariciones esporádicas con pequeños vídeos en los que sólo se escuchaban diálogos e imágenes virales que no daban muchas pistas. Ayer, por fin, pudimos ver su primer tráiler y, como les decía, no es ninguna tontería.

A los mandos del proyecto está David Fincher, un director que se ha ganado la coletilla de ‘de culto’ gracias a obras maestras como ‘Seven’ o ‘El Club de la lucha’ (mi favorita). El vídeo en cuestión despeja rápidamente las dudas: no es una comedia ni una historia sobre lo divertido que es apuntarse a grupos de ‘señoras que leen la columna de Cabrero todos los días’. Es la historia de cómo un tal Marck Zuckerberg convirtió un chispazo de genialidad en uno de los pilares básicos de la nueva era. De cómo hizo que las redes sociales impregnaran nuestras vidas. Y, claro, de cómo se hizo millonario.

El tráiler desprende unos aires de reflexión y crítica a la sociedad bastante evidentes. Lo que es algo habitual en el cine de Fincher. También es una buena noticia la elección de sus protagonistas: Andrew Garfield (el próximo Spiderman) y Jesse Eisenberg, actor que añadí a la cartera de favoritos el mismo día que vi ‘Zombieland’ y ‘Adventureland’. Ambos mozos apuntan maneras de Oscar. Y si no me creen, tiempo al tiempo.

Por si acaso son unos escépticos de la vida 2.0, un ejemplo del poder abominable de Internet: ayer colgaron el tráiler a las 18:00 horas y la productora lo compartió vía Twitter y Facebook. 30 minutos más tarde las entradas al vídeo llegaban, a miles por segundo, desde todos los rincones del planeta. En el fondo, esta película tiene mucho sobre lo que filosofar.