No soy nadie para dar clase de publicidad a los lores del marketing cinematográfico en España. Pero este asunto de los estrenos tardíos –término que no deja de ser irónico- me tiene sobrecogido. A ver, que yo me aclare. La premisa es obvia: aprovechemos que la película está nominada a los Oscar para venderla y que la gente vaya a verla en tropel antes de los premios. En el peor de los casos, recojamos el tirón de una cinta que ha ganado premios o que tuvo cierto éxito en la gala del cine referente en casi todo el planeta. Si parece tan sencillo, ¿por qué lo complicamos?
Este finde se ha estrenado ‘La última estación’. Biopic de León Tolstói coreada y alabada por la crítica internacional. Y, la semana que viene, es el turno de la, ejem, ganadora del Oscar a la Mejor Actriz, Sandra Bullock y su ‘The Blind Side’.
No descartaremos el hecho de que ambas pudieran ser dos mojones de considerables proporciones. O no. Ya las veremos. El caso es que si se trata de vender… ¿No es raro? Sé que este discurso está ya muy mascado, pero en la era del ‘ahora’, del ‘todo inmediato’ y de la ‘globalización’, todo gracias a Internet, no pueden esperar que los tontos españolitos no nos demos cuenta de cómo se parte el pastel.
No es que sea el problema más grave del mundo. Es uno más. Lo que pasa es que en España somos los Jack Sparrows 2.0 por excelencia. Nos gusta piratear tanto como beber cerveza. Pero aún así, y pese a que el código de los piratas sean unas meras directrices, creemos en el honor y en la camaradería. Dennos la oportunidad, déjennos jugar limpio. La apertura del mercado es la mejor manera de ser legales. Y de frenar las violaciones indiscriminadas de deuvedés vírgenes.