Una noche al año, todos los delitos están permitidos. Todos. Durante doce horas usted podrá asesinar a su jefe, violar a su vecina, robar en el centro de la ciudad y quemar su banco. Es libre de actuar con la violencia, brutalidad e indiferencia que usted desee. Por otro lado. Claro. El resto también podrá ejecutar sus oscuras ambiciones con usted. Es la noche de las bestias: ‘La Purga’. Un sistema creado por los nuevos padres de los Estados Unidos de América que, casi como profetas, han forjado una religión a su alrededor. Un sistema que provoca que, durante el resto del año, la delincuencia sea mínima. ¿Qué haría usted?
La premisa de ‘La Purga: La noche de las bestias’ es morbosa. Y extraordinaria. Una idea original, imprevista y con un cierto grado de crítica social que casa muy bien con la terrorífica visión de su director y guionista, James DeMonaco. Es imposible que el misterio que conlleva esa noche de exterminio y de barbarie no llame su atención. Algo que es de agradecer, después de tantos remakes, ideas manidas y películas que versionan los éxitos del género.
En la película de DeMonaco viviremos la noche de la purga en casa de James Sandin (Ethan Hawke), un vendedor de sistemas de seguridad que pretende pasar una apacible madrugada con su mujer Mary (Lena Headey) y sus hijos Charlie (Max Burkholder) y Zoey (Adelaide Kane), gracias a una casa perfectamente aislada; una fortaleza. Pero, ¿qué pasaría si se colara un desconocido antes de que se ejecute el programa de cierre?
‘La purga’ merece un visionado nada más que por su idea. Su desarrollo, ya es otro capítulo. Es entretenida y fácil de digerir. La violencia no es desmesurada, nada parecido a ‘Saw’. Pero abusa demasiado de los planos oscuros, del juego con la linterna y de la conocida técnica ‘nos libramos en el último minuto de que nos rebanen el pescuezo’. Nudo y desenlace bajan la nota media final, pero estoy convencido de que si les gusta la presentación, no se irán con mal sabor de boca.