Torrente 4: lethal crisis

Esto es muy fácil: ¿Saben esa conversación en la que cacas y pedos se entremezclan con chistes soeces y, posiblemente, de mal gusto? Sí, hombre. Esas en las que los combos escatológicos enganchan una barbaridad con otra. Por ejemplo: definir como ‘perfect’ cuando, tras soltar lastre biológico, te limpias y no dejas mancha en el papel; o esa en la que alguien -suele ser siempre la misma persona- desafía a la mesa con ideas filosóficas: “imagina que aparezco aquí con un millón de euros y una cabra, ¿serías cariñoso con ella?” Pues bien, si este párrafo repleto de lindeces le ha parecido repelente, asqueroso y fuera de tono, no vean ‘Torrente 4: lethal crisis’. De hecho, pueden dejar de leer, no les voy a hacer cambiar de opinión. Para el resto, sigo tras el punto.

‘Torrente 4: lethal crisis’ es genial. Y no me refiero a un ‘genial’ cinematográfico. Me refiero a un genial como entretenimiento, algo que, en los tiempos que corren, es mucho más que un piropo. La película de Santiago Segura no engaña, no defrauda: sucesión constante, rítmica y sin complejos de chistes, parodias, diálogos repletos de poesía urbana y críticas disfrazadas de carcajadas. Cada escena trae un nuevo cameo, de esos que luego rememoras con los amigos delante de una cerveza.

Porque Torrente es eso: una peli para hacerse unas risillas. Con amigos y sin mariconadas. Que gana cuanto más hablas de ella: “¡Qué bueno lo de la tumba del Fary!”, “¿y qué me dices del Kun Agüero en la cárcel?”, “qué panzá de reír lo de Peter Pan”, “y qué mala es Belén Esteban”. Etcétera. Es cierto que hay que tener mucha ‘culturilla’ basura para pillar ciertas arremetidas, pero, quizás, la crítica velada más importante de Torrente 4 sea que Paquirrín ocupe el papel de segundo héroe. En una película sucia, desaliñada, en la que vemos las colas del paro, el hambre en las calles, la pobreza extendiéndose, los inmigrantes hacinados y la ética olvidada, Paquirrín, representante excelso de la telebasura nacional, se alza con el puesto de héroe. Qué cosas (y no, no es buen actor… pero qué gracia tiene ver cómo lo intenta).

Lo peor que les puede pasar con la peli es que decidan verla en “sobrecogedor 3D”. Nada, pamplinas. Segura, que sabe mucho de esto del vender, ha rodado la cinta bajo la tutela de James Cameron, el de Avatar, pero el resultado, por mucha profundidad que tengan las escenas, no merece la pena para nada. Tiene más gracia el 3D de los trailers (Torrente explotándose un grano) que el resultado final.

Torrente y Paquirrín

Preparen sus carteras, hoy se estrena ‘Torrente 4’ (del inglés ‘To Rente’: sacar renta, beneficios, ingresos extra, acumular pasta, reventar la taquilla). He de confesar que no fui capaz de ver la tercera entrega. Entre que me pilló a pie cambiado y que la gente que me rodeaba me quitó las pocas ganas que pudiera tener de escuchar los chistes grotescos de Santiago Segura, al final se quedó en el tintero -puede que la vea estos días-. Para lo listo que es el de Carabanchel con esto del marketing, me sorprendió el fracaso de la cinta. Sin embargo, seis años después, el genio humilde de aspecto desaliñado nos ha vuelto a engatusar con sus malas artes. Porque sí, tenemos ganas de ver el bizarro mundo de ‘Lethal Crisis’… Aunque sospechemos que nos la va a meter doblada.

Está claro que uno de los ingredientes básicos en la receta del éxito de Torrente es el morbo que despierta ver a los frikis más castizos de esta España nuestra: Belén Esteban, John Cobra, Fernando Esteso, María LaPiedra o David Bisbal. Pero, amigos, voy a hacer una de esas estúpidas apuestas que se suelen hacer de madrugada, con el tercer vaso vacío y la risa floja: Francisco Rivera Pantoja, Kiko Rivera, Paquirrín, será, como poco, nominado a mejor actor revelación en Los Goya del año que viene. Ahí queda eso.

Que no, que va en serio. Puede que mañana, cuando la haya visto, me trague la profecía cual ministro de exteriores estadounidense, pero hoy lo veo claro. El tipo repite el mismo camino que el propio Segura: Rivera es el secundario de una comedia oscura repleta de acción que le coloca en la complicada vereda del cine; es lo que para Santiago fue ‘El día de la bestia’ con la que, por supuesto, ganó el Goya a mejor actor revelación.

¿Se imaginan a Paquirrín dirigiendo una película dentro de unos años? Mejor: ¿Se imagina a Paquirrín ganando un Goya al mejor director novel? Aún mejor: ¿Se imaginan a Paquirrín convertido en el salvador de la taquilla del cine español? Y, qué demonios: ¿Se imaginan a Paquirrín como director de la Academia? Ya lo decía Yoda: “Siempre son dos, un alumno y su maestro”.