La mujer ha sufrido durante demasiado tiempo el yugo de papel secundario en la Historia de la Humanidad. Un papel impuesto por el egoísmo y la estulticia masculina que durante tantos años ha sujetado el metódico y troglodita cayado de la desigualdad. ‘An Education’ (Lone Scherfig) nos recuerda que no hace tanto tiempo de aquellos años en los que se educaba a las niñas para que fueran un buen partido para los niños. Esposas, madres y amantes cumplidoras.
Jenny (Carey Mulligan) es la protagonista de ‘An Education’, una adolescente de 16 años, brillante estudiante y voraz lectora, que se enamora de un apuesto cuarentón (Peter Saarsgard). La película es una versión sui géneris de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, pero cambiando conejos, sombrereros locos y reinas de corazones, por fiestas lujosas, subastas de arte, hipódromos y conciertos de jazz. Un viaje forzado a la madurez y a la cruda realidad en el que Jenny ubicará el verdadero origen de la felicidad. Un don que podemos compartir, pero que no podemos obtener por terceros.
La película resulta especialmente inspiradora para ellas, pero no se olvida de nadie. La educación como método para obtener la libertad, como el camino que nos instruye en la vida, es un poderoso mensaje paritario. Y, cerrando el círculo, un espejo al que todos los estudiantes de letras -una minoría- nos miramos con orgullo y pasión.
Las dosis de romanticismo y sofisticación social son muy elevadas. Los devoradores de series verán un cierto parecido estético con ‘Mad Men’, ya que combina la época (1960) con la elegancia snob y fullera de la cultura del dinero. Carey Mulligan (nominada a mejor actriz en los Oscar) y Peter Saarsgard hacen puro teatro frente a la cámara, acompañados por un Alfred Molina que borda el papel de padre carca y machista.
Al terminar la película, abran el debate: ¿Hoy, somos tantos jefes como jefas? Quizás aún nos falte algo de educación.