Los idus de marzo

Escribir un discurso político exige tres elementos: ideas, pasión y carisma. Ideas claras y concisas que lleguen a la masa como una flecha que rompe el viento y golpea certera en la diana. Pasión por esas ideas para comunicarlas con fortaleza, igual que el arquero que sostiene la cuerda con rigidez. Y carisma para sonreír, guiñar y engatusar al público antes de sacar la flecha del carcaj. ‘Los idus de marzo’ es, por tanto, un maravilloso discurso político.

La fábula electoral de George Clooney engancha desde el primer minuto con un atractivo saber estar. La comunicación es el eje central de una película que derrocha filosofía a golpe de thriller. Stephen Meyers (Ryan Gosling) es el director de comunicación en la campaña del senador Morris (Clooney) a las primarias por el partido demócrata. Su talento y lealtad entrarán en dura pugna con la realidad cuando deba enfrentarse a la sociedad americana y sus corruptas tradiciones políticas.

Con una combinación magistral de diversión e interés, el relato de Clooney empapa a los actores que pululan por la pantalla como inspiradísimas figuras de un texto shakesperiano. Gosling continúa en su vereda constante e imparable hacia el éxito mayúsculo, abrigado por los fabulosos Philip Seymour Hoffman (‘Capote’) y Paul Giamatti (‘Win Win’).

Vargas Llosa explicaba que “hay veces que la mentira comporta más verdad que la misma verdad”. ‘Los idus de marzo’ es una mentira, una pantomima teatral que no versiona ni interpreta la biografía de ningún insigne político estadounidense. Pero en sus gestos, sus falacias, sus pecaminosas tergiversaciones de la realidad, esconde una verdad tan vívida como democrática: qué difícil es creer.

Y, una pequeña nota extra para periodistas, comunicadores o interesados en el campo:es una película imprescindible.

Cuídate de los idus de marzo

“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, [Julio César] llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado»” (Plutarco).

La democracia es el cimiento que sostiene a la sociedad. Un muro erosionado, con túneles por donde campan ratas y ratones, roca y arena al mismo tiempo. Pero un muro, al fin y al cabo. El menos malo de los muros. La casualidad (y una distribución pésima, con cinco meses de retraso) ha querido que ‘Los idus de marzo’ se estrene en plena campaña electoral andaluza. Quizás la primera campaña electoral que crea ciertas dudas entre los votantes. La primera en la que, tal vez, el gobierno podría cambiar.

El film de George Clooney se adentra en los tejemanejes políticos de los jefes de comunicación de los candidatos demócratas y en cómo utilizan todo tipo de argucias dialécticas para reafirmar su lealtad a unos ideales intachables. Y, por supuesto, para hundir a los del contrario. Lealtad: una palabra cargada de valores pero denostada por un ejército armado con dinero, corrupción y falsas expectativas.

Es curioso, les decía, porque pese a que ninguno de nuestros candidatos pueda presumir de la presencia de Clooney, los líderes de PP y PSOE protagonizan, a mi juicio, campañas lamentables de acoso y derribo. En vez de decir “voten aquí” dicen “no voten allí”. Un sinsentido que traerá alegrías pasajeras, como la de Julio César al llegar al día 15, los idus de marzo. Pero que, al final, terminará en un asesinato escandaloso: el de la democracia.

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