En el remake de Mad Men todos comeremos salchichón

Dentro de cuarenta años habrá un remake de ‘Mad Men’. La serie de televisión narrará las peripecias de una agencia de community managers liderada por un carismático creativo capaz de convertir en ‘trending topic’ todo lo que se proponga (lo interpretará un tal Jon Ham). El público acogerá el programa con admiración por sus profundos y sugerentes guiones y por su habilidad para recrear el ambiente que se vivía en los años diez. Continuar leyendo «En el remake de Mad Men todos comeremos salchichón»

Mujeres de Mad Men

Una de las enormes bondades de la televisión a la carta es que ver una serie como ‘Mad Men‘ se convierte en algo relajadamente cómodo. Casi al final de su última temporada, fueron muchos los que me recomendaron seguir la estela de la agencia de publicidad ‘Sterling & Cooper’, pero me pudo la pereza. Demasiados capítulos para ponerse al día. Ahora, libre de toda tendencia y esclavitud, me he encontrado con una serie que, pese a mis pocas expectativas, me encanta. Me está encantando. La estoy devorando sin pudor.

No sé si les pasó a ustedes, pero cada escena, por poco que pase en ella, me sugiere miles de ideas. Como si fuera una fotografía de Sebastiao Salgado o un cuadro de Velázquez: hay vida.

Hay un diálogo en la primera temporada que, más allá de lo obvio, sigo regurgitando. Les cuento. Peggy (Elisabeth Moss), la secretaria de Don Draper (Jon Hamm), acaba de conseguir que le dejen trabajar como creativa publicitaria. Va a escribir una campaña y está muy emocionada. Mucho. Muchísimo. Porque ella, una mujer, ha escalado al mundo de los hombres para trabajar como ellos. Para ser tanto como ellos. O más, si le dejan. Con una sonrisa plena dibujada en la cara, Peggy está exultante, ilusionada ante la idea de trabajar en algo que le encanta. Entonces, la jefa de secretarias (Christina Hendricks) se acerca a su mesa y le dice:

-Peggy, ya sabes que la cuenta del pintalabios es tuya.

-Sí, gracias.

-Recuerda que no cobrarás más por hacer este trabajo y que lo harás en tus horas libres, ¿entendido?

-Sí, por supuesto.

 

madmen-mujeres

‘Mad Men’ sucede en 1960. Época en la que las mujeres sufrían un constante acoso y eran tratadas como seres inferiores. Ninguna mujer, por el hecho de serlo, podía aspirar a ser tanto como un hombre. Era una verdad indiscutible. Un dogma de fe. Me gustaría creer que nadie en su sano juicio piensa, a estas alturas, que eso sea una verdad indiscutible. Una chorrada inconmensurable, más bien. Y, sin embargo, aquí estamos, cincuenta y cinco años después, soportando la vergüenza de gráficas que subrayan las diferencias entre hombres y mujeres.

Supongamos que todos los aquí presentes creemos que es una barbaridad que sigan existiendo esas diferencias. Y supongamos, por tanto, que la escena en la que Peggy da la gracias sonriente por trabajar gratis nos hizo a todos removernos en el asiento con una risa incómoda y nerviosa, en plan «manda narices».

En esa escena, Peggy, de repente, se me antojó como alguno de esos jóvenes que soportan la desfachatez del trabajo gratuito. Jóvenes de hoy. De hoy mismo. De ahora. Jóvenes que se agarran a la promesa de que un día, cuando todo vaya mejor, podrán trabajar como sus padres les dijeron que harían, al terminar la carrera, con un buen título bajo el brazo. Jóvenes que acuden a oficinas y despachos y estudios a dar lo mejor de su talento. Y lo hacen gratis. No porque quieran, sino porque es la única manera de sentirse mínimamente realizados.

Peggy también se me antojó como alguno de esos jóvenes que, víctimas de la crisis, agarran su trabajo como una manta en pleno invierno. Jóvenes que por un salario ridículo hacen todo lo que haga falta por seguir teniendo un empleo. Jóvenes que cuando sus jefes -hombres y mujeres- se acercan, tiemblan ante la posibilidad de que les otorguen una nueva responsabilidad, más grande y más importante. Un “premio” por el que no recibirán ni más dinero ni más respeto ni más comodidad ni más nada. Como Peggy.

Vean la escena otra vez. Échense las manos a la cabeza y griten «manda narices» al ver a Peggy dar las gracias por hacer un trabajo gratis y en sus horas libres. Esa escena, esa misma escena, se repite todos los días. A nuestro lado. Una escena en la que a veces habrá un hombre. Otras veces, una mujer. Pero siempre, siempre, una persona imbécil convencida de una verdad indiscutible.

Saul Bass: diez vídeos para empezar bien una película

Saul Bass (8 de mayo de 1920, 25 de abril de 1996) es uno de los artistas más emblemáticos de la historia del cine. Y lo es pese a que su nombre no produzca el mismo efecto que invocar a Hitchcock, Scorsese, Kubrick o Wilder. Su estética y su maestría visual ha estado al servicio de algunos de los directores más talentosos del celuloide, dejando una impronta inmortal que aún inspira a cientos de artistas por todo el globo. Aprovechando el maravilloso doodle con el que Google celebra el que sería su 93 cumpleaños, recopilamos diez vídeos de diez películas que no serían lo mismo sin la firma de Saul Bass.

Saul Bass, antes de todo eso, nació en Nueva York, en el barrio del Bronx, en 1920. Desde pequeño mostró sus habilidades creativas y pasaba horas y horas dibujando. Saul Bass estudió en el estudio de Artes League en Nueva York y después en el Colegio de Brooklyn. En éste último fue su maestro Gyorgy Kepes, un diseñador gráfico húngaro que había trabajado con László Moholy-Nagy en Berlín antes de emigrar a los Estados Unidos. Kepes fue el que introdujo a Saul Bass en el estilo Bauhaus de Moholy y en el constructivismo ruso.

Saul Bass decidió trabajar de forma independiente como diseñador gráfico después de empezar a labrarse un nombre en varias agencias de diseño de Nueva York. Cambió su ciudad por Los Ángeles y allí, en 1950, abrió su propio estudio de publicidad. A eso se estuvo dedicando hasta que, cuatro años después, Otto Preminger lo invitó a diseñar el póster para su película Carmen Jones. Saul Bass hizo un trabajo tan genial que Preminger lo contrató para elaborar también los títulos de crédito de su film. A partir de ese momento, el nombre de Saul Bass se convirtió en un habitual de las películas de la época. Fue el responsable de los créditos de ‘La tentación vive arriba’, entre otros, y alcanzó la categoría de maestro con su trabajo en ‘El hombre del brazo de oro’. Alfred Hitchcock quiso también a Saul Bass a su lado, y hasta participó en la famosa película ‘Psicosis’ durante la escena de la ducha, de la que se dice que él fue el responsable del storyboard, aunque Hitchcock nunca lo reconoció.

(Puede leer más sobre Saul Bass y su doodle aquí).

Iniciamos el repaso a 10 (+2) secuencias para empezar bien una película: ‘La tentacón vive arriba’, ‘Vértigo’, ‘Anatomía de un asesinato’, ‘Ocean’s eleven’, ‘Psicosis’, ‘Espartaco’, ‘Goodfellas’, ‘El cabo del miedo’, ‘La edad de la inocencia’ y ‘Casino’.

La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955). Como miles de neoyorkinos, Richard Sherman (Tom Ewell) se ha quedado trabajando en agosto mientras su mujer e hijos disfrutan de unas gratas vacaciones en la playa. Siguiendo las recomendaciones de su esposa, está dispuesto a dejar de fumar, de beber, a acostarse pronto y sobre todo a no echar una cana al aire. Pero la tentación aparece cuando conoce a una despampanente vecina (Marilyn Monroe), tan sexy como ingenua.

Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958). Scottie Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de vértigo. Cuando un compañero cae al vacío desde una cornisa mientras persiguen a un delincuente, Scottie decide retirarse. Gavin Elster (Tom Helmore), un viejo amigo del colegio, lo contrata para que vigile a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella mujer que está obsesionada con su pasado.

Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959). Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer Laura (Lee Remick). Tras su detención, se celebra el juicio. Su mujer contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine.

Oceans´s Eleven (La cuadrilla de los once, Lewis Milestone, 1960). Once amigos, compañeros de armas en la II Guerra Mundial (1939-1945), planean robar, en una sola noche, cinco de los mayores casinos de Las Vegas. En el año 2001 Steven Soderbergh hizo un remake con un gran reparto: George Clooney, Brad Pitt y Julia Roberts.

Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Una joven secretaria, tras cometer un robo en su empresa, huye de la ciudad y, después de conducir durante horas, decide descansar en un pequeño motel de carretera regentado por un tímido joven llamado Norman. Todo parece normal y tranquilo tanto en el apartado motel como en la casa de al lado en la que viven Norman y su madre, pero las cosas no son lo que parecen.

Espartaco (Stanley Kubrick, 1960). Espartaco era un esclavo tracio que fue vendido como gladiador a Léntulo Batiato. En Italia promovió y dirigió la rebelión de los esclavos (73-71 a. C.) contra la República romana. A medida que recorrían el país, innumerables esclavos se iban sumando a la rebelión. Espartaco intentará llegar con su ejército al sur de Italia para embarcarse con rumbo a sus hogares.

Goodfellas (Marin Scorsese, 1990). Henry Hill, hijo de padre irlandés y madre siciliana, vive en Brooklyn y se siente fascinado por la vida que llevan los gángsters de su barrio, donde la mayoría de los vecinos son inmigrantes. Paul Cicero, el patriarca de la familia Pauline, es el protector del barrio. A los trece años, Henry, decide abandonar la escuela y entrar a formar parte de la organización mafiosa como chico de los recados; pero muy pronto se gana la confianza de sus jefes, gracias a lo cual irá subiendo de categoría.

El Cabo del miedo (Martin Scorsese, 1991). Max Cady (de Niro), un delincuente que acaba de ser puesto en libertad tras catorce años entre rejas, busca al abogado Sam Bowden (Nolte), para vengarse de él, pues lo considera responsable de su condena. La presión y el acoso que ejerce sobre la familia Bowden es cada vez más intensa y amenazadora. Remake del filme de J. Lee Thompson «El cabo del terror», de 1962.

La edad de la inocencia (Martin Scorsese, 1993). Nueva York, año 1870. Newland Archer (Daniel Day-Lewis), un caballero de la alta sociedad neoyorquina, está prometido con May Welland (Winona Ryder), una joven de su misma clase social. Pero sus sentimientos cambian cuando conoce a la poco convencional prima de May, la condesa Olenska (Michelle Pfeiffer). Desde el principio, defenderá la difícil posición de la condesa, cuya separación de un marido autoritario la ha convertido en una especie de proscrita dentro de su propia clase social.

Casino (Marin Scorsese, 1995). Las Vegas, 1973. Sam «Ace» Rothstein, un profesional de las apuestas, es el eficaz director de un importante casino que pertenece a un grupo de mafiosos. Su misión es controlar el funcionamiento del negocio y garantizar que la corriente de dinero que va a parar a manos de sus jefes siga fluyendo. Las Vegas es un lugar ideal para millonarios y políticos, pero es también lugar de paso de tahúres, prestamistas, traficantes de drogas y matones. Un día el violento Nicky Santoro, al que sus jefes han encargado que cuide de Sam, llega a Las
Vegas con la intención de quedarse.

 

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La inspiración de Saul Bass va más allá de sus películas. Añadimos dos vídeos extras, el arranque de la serie de televisión ‘Mad Men‘ y la secuencia inicial de ‘X-Men: Primera generación‘, claramente  influenciadas por la estética de Bass. Dos piezas que, pese a la distancia temporal y técnica, merece la pena reseñar.

Mad Men

X-Men: Primera Generación