Invictus (II)

Clint Eastwood sabe tanto por viejo como por diablo. Después de tantos años de carrera ha conseguido alcanzar una cima a la que todo artista aspira: no necesitar vender nada. Una película que implique a Eastwood es un marchamo de calidad que termina impregnando la cartelera con un público satisfecho.

Al tito Clint le sucede como al Mandela de ‘Invictus’, inspira. Cada palabra de Morgan Freeman es una delicia, un discurso atractivo y encantador del que no dudamos nunca. Freeman/Mandela usurpa el papel de entrenador de los ‘Springbocks’, el equipo de Rugby llamado a ganar la copa del mundo, para ser la gran metáfora de la historia: el poder de uno para cambiar el todo.

Pero sería injusto quitarle mérito al capitán del equipo, al líder que guía a los Springbocks a la victoria: Matt Damon. He de confesar mi debilidad por el actor. En los últimos años, sus trabajos camaleónicos han alcanzado -casi en todos los casos- el aplauso de crítica y público. Desde su maravillosa ‘El Indomable Will Hunting’ -con la que ganó el Oscar a Mejor Guión Original- y su carismática ‘Rounders’ -el poker siempre fue muy fotogénico. Muy cinematográfico-, ha pasado por películas que supieron combinar sus facetas más dramáticas con un físico diseñado para la acción (como la excelente saga de Bourne).

‘Invictus’ es un éxito humano. Una gran película por sus personas y por la devoción que actores y director demuestran por sus protagonistas. Es una oda a Nelson Mandela, un capítulo de la historia aún reciente que sigue siendo imprescindible. Hay muchas razones por las que debería ver ‘Invictus’: inspiración, Historia, amor al deporte, superación… Pero debería bastar con decir que es, otra vez, un éxito de Clint Eastwood.