En mi primer año como estudiante de Periodismo había elecciones. Yo, como casi todos los recién salidos de un instituto -para qué lo vamos a negar-, era un inconsciente. Ni entendía de ideas ni las tenía. De hecho, creía que demostraba ser un héroe romántico y un rebelde carismático presumiendo de que no iba a votar. “Bah, eso no va conmigo”, decía. Dio la casualidad de que uno de nuestros profesores de relaciones institucionales era también político. Al escuchar uno de nuestros diálogos de indiferencia pidió la palabra. Y, justo cuando todos esperábamos un aburrido y partidista monólogo electoral, retó nuestro pasotismo con una inspiradora pregunta: “¿Sabéis cuánta gente ha muerto, cuánto se ha sufrido, para que vosotros podáis votar?”
El mapa político español, de repente, se ha vuelto extraordinario. La #spanishrevolution de Twitter es un éxito de la democracia más primitiva: cada persona -cada tweet- suma y provoca cambios. El caso es que el otro día, con esto de que Jack Sparrow vuelve a la gran pantalla, me calcé la última de los Piratas del Caribe en Blu-Ray. Y, supongo que motivado por los #nonosvamos y #tomalacalle que pululaban por Internet, descubrí un cierto paralelismo entre la aventura de Disney y la revuelta española.
Ya saben: en la película, Barbossa y el resto de bucaneros marchan a un concilio pirata después de que ‘la población pirata’ entonase una canción en busca de ayuda para luchar contra el imperio de los prejuicios y las ideas establecidas. Entonces fue cuando se me vino a la cabeza que, tal vez, estemos viviendo algo parecido. Una persona se cansa, pide ayuda en la red y, sin darse cuenta, forman un ejército de piratas -entendidos como miembros de un club sin bandera ni color, los que no se alinean con ningún bando-, una marea misteriosa, capaz de movilizar a miles.
Esta comparación -o chorrada pueril- no tiene importancia. Tampoco la tienen las manifestaciones, las concentraciones ni las acampadas. Lo importante es que tengamos una idea propia, crítica y reflexionada, no maleable, con la que ir a las urnas y ejercer el único gesto que nos dignifica como pueblo: votar. ¿Saben cuánta gente luchó, contra viento y marea, a capa y espada, para que usted pueda votar?