El inocente

Lo fascinante de la justicia -en su faceta más poética- es que siempre deja un rastro de inseguridad. Si un tipo agazapado detrás de unos barrotes asegura que es culpable, nadie duda. Si, al contrario, afirma ser inocente entre gritos de desesperación, todos dudamos. Esa sensación tan bipolar, tan diferente según los ojos que miren, ordena ‘El inocente’, una película que cumple a la perfección el objetivo de todo thriller: alargar el suspense hasta el último minuto y que pestañeemos lo menos posible.

Mick Haller (Matthew McConaughey) es un padre divorciado, un abogado que utiliza como despacho su coche -un viejo Lincoln, de ahí el título original ‘The Lincoln Lawyer’- pero, sobre todo, es un cabrón con pintas. Un trepa que urdirá la trama más siniestra y rebuscada para demostrar la inocencia de sus clientes. Tras un caso complicado, el dinero llama a su puerta: un joven rico (Ryan Phillipe) heredero de un emporio inmobiliario ha sido acusado de dar una brutal paliza e intentar matar a una prostituta de lujo. Él dice que es inocente. Las pruebas, todo lo contrario.

Brad Furman sale del anonimato y de la mediocridad de sus anteriores trabajos -ninguno reconocible- para dar un inesperado golpe en la mesa. ‘El inocente’ ya partía con el éxito de la novela original escrita por Michael Connely, pero el buen hacer de Furman y, por qué no decirlo, el acierto de McConaughey como protagonista consiguen una película redonda. El resto de actores, encabezados por Philippe y Marisa Tomei (la ex esposa), ponen el resto de las piezas sobre el tablero para que no falten las conjeturas.

Quizás, el mayor ‘pero’ sea un desenlace excesivamente estirado, obteniendo tres escenas que podrían haber sido el final de la película. No obstante, las dos horas se pasan volando y la sensación que queda es la de haber jugado una divertidísima partida de Cluedo.

Cyrus

El otro día me quedé solo en la redacción. Estaba frente a la pantalla del ordenador, trabajando en mis cosas, con la única compañía de una Coca Cola. Cosas de la vida, me dio por estornudar. Con la mala fortuna de que al bajar la cabeza choqué contra la lata y desparramé todo el líquido por el teclado. ¿Qué fue lo primer que hice? Mirar a mi alrededor y comprobar que no había nadie. Después, lo limpié.

‘Cyrus’ es una película que habla de la soledad. Del miedo a perder la estabilidad que te proporciona el otro. Y de las estupideces tan desternillantes que hacemos cuando creemos que nadie nos ve. Así, un hombre de cuarenta años, frustrado con la vida, justo cuando creía que nada podía ir peor, cuando el silencio de su piso empezaba a ser insultante, se enamora de una atractiva mujer, que le corresponde. La relación marcha viento en popa hasta que ella le presenta a su hijo, Cyrus, que hará lo posible para no compartir el cariño de su madre.

Mark y Jay Duplass presentan una película independiente (ojo, producida por los hermanos Scott) que es, a todas luces, fascinante. Puede que el primer éxito de la cinta sea que es cine que parece televisión. Y no, no es un insulto. Todo lo contrario. Si ‘The Office’ tuviera un hermano en la gran pantalla, sería éste. ‘Cyrus’ no es una comedia de risas enlatadas, es un humor inteligente. Sagaz. Conseguido gracias a un guión escrito con talento y un montaje espléndido, a caballo entre un falso documental y el cine más estudiado. Es una de esas películas que, antes de que te des cuenta, te tiene cogido por los intestinos, sin saber si reír o llorar.

El tridente protagonista, un elenco de secundarios con visos de estrella, callan las bocas de los que les llamaron mediocres. Marisa Tomei (El Luchador), Jonnah Hill (Supersalidos) y John C. Reilly (Gangs of New York) se suben al escenario para deleitarnos con un trabajo sensacional, del que es imposible quedarse al margen: el magnetismo de los perdedores.

‘Cyrus’ es, probablemente, la mejor comedia del año. Con lo que se hace incomprensible su paso de puntillas por la cartelera española -ya llegarán los nominaciones y los reestrenos; tiempo al tiempo, distribuidores-. Si alguna vez estuvieron solos, sabrán disfrutar la película.

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