Nada más leer el mensaje de Trinidad recordé nuestra primera conversación. Los dos éramos hispanos perdidos en el centro neurálgico de Londres. Lunes, miércoles y viernes, Oxford Street se convertía en una embajada de culturas de todo el mundo. En mi clase de inglés había brasileños, iraquíes, alemanes, koreanos, japoneses, italianos… Catherine, la profesora, empezaba cada sesión poniéndonos en parejas para que hablásemos de algo. Aquella vez me tocó con Trinidad – “Trini, todo el mundo me llama Trini”-. Pese a que los dos nos esmerábamos por cuidar un acento flemático y estirado, y que durante una hora no cruzamos una palabra en español, era obvio -tono de piel, color de pelo, vivarachos- que, los dos, veníamos del sur.
Bueno, cuéntame algo, le dije. Ella, con la lección aprendida, se lanzó de lleno: “Ayer vi una película que me gustó mucho”. ¿Cuál?, pregunté. “’Master and Comander: Al otro lado del Mundo’. Russel Crowe y Paul Bettany hacen un papel excelente. ¿La has visto?” Respondí que sí, que claro, ¿quién no? Un par de años antes había estado nominada a mejor película en los Oscar, pero el amigo Peter Weir tuvo que hacerse a un lado para dejar pasar al apabullante ‘Retorno del Rey’ de Peter Jackson. “Vaya (ríe), ¿sabías de qué iba a hablar?” Reimos. Le hago saber que me gusta estar informado y ella, muy diligente, me cuenta algo que no sabía: “El protagonista está basado en un personaje real: Thomas Cochrane. Un marino que, además de participar en las guerras napoleónicas, tuvo un papel muy importante en la independencia de mi país”. ¿Tu país? “Sí, perdona. Chile, soy de Chile”.
Tres días por semana nos veíamos en una diminuta aula de una enorme ciudad. Tiempo suficiente como para, el último día, antes de vernos partir a nuestros respectivos países, nos dijésemos un “seguimos en contacto” y un “te echaré de menos”. Mentira. Nos fallamos, la distancia mata.
Años más tarde, Trini publica un mensaje en Facebook, un par de días después del devastador terremoto: “Todos estamos bien. Papá, mamá, hermanos, tíos, tías, tías abuelas, primos y sobrinos, todos bien, gracias a Dios”. Y yo me maldigo por no haberme dado cuenta antes de que Trini vivía en Chile. Pero también sonrío, consciente: el otro lado del mundo no está tan lejos. No lo olvidemos.