Guerra Mundial Z

Mi teoría es que todo lo que lleve la letra ‘Z’ de zombie en su título es candidato al éxito. En taquilla, al menos. De verdad, creo que nos sentimos tan identificados con los no-muertos, con los infectados por un virus que se expande por un mundo carcomido por la corrupción, que les mostramos respeto. ‘Guerra Mundial Z’ no iba a ser una excepción, pese a las infinitas complicaciones del rodaje, el guión transformista y las escenas eliminadas a última hora. Brad Pitt -y su pelo- es la banca. Y la banca siempre gana.

La película de Marc Foster (‘Descubriendo Nunca Jamás’, ‘Quantum of Solace’) guarda una leve inspiración con la novela homónima de Max Brooks. Un horrible virus infecta a gran parte de la sociedad, convirtiendo a los mordidos en seres irracionales, impulsados por una necesidad incuestionable de extender su plaga por todo el mundo. Gerry Lane (Pitt), ex miembro de la ONU y casi sustituto de James Bond, será el encargado de buscar el origen y la cura de esta enfermedad.

La superviviente hazaña de Pitt cumple con los dogmas del ‘blockbuster’ veraniego: acción a raudales, tensión constante, imágenes poderosas y un gran misterio por resolver. No es mal entretenimiento. Ahora bien. Choca que una cinta de zombies, basada en una historia tan querida por los amantes del género, sea tan liviana. Tan suave. Tan protectora de la sensibilidad del espectador: no hay sangre, no hay vísceras; si me apuran, no hay ni mordiscos. Foster apuesta por el suspense (con escenas tan fantásticas como la huida por los pasillos del hospital o la locura del avión) y no por el terror clásico. Una elección lícita y funcional, a tenor de los resultados. El problema es, sin embargo, un guión construido a retazos.

Habíamos leído que Brad Pitt, en calidad de productor ejecutivo, eliminó ciertas ideas de la historia original. Y que, incluso, sacó del montaje final escenas y personajes (Matthew Fox, el doctor Jack Shepherd de ‘Perdidos’, es el gran damnificado. Se le ve un segundo, como copiloto del helicóptero). Ahora no hay duda. ‘Guerra Mundial Z’ es una oda al ‘control x’. Es admirable que Foster haya conseguido un producto resultón, pero es una lástima que una cinta que estaba llamada a crear escuela haya terminado en un refrito de ‘La Guerra de los Mundos’ y 007, resumiendo en los dos minutos finales la ansiada ‘guerra’, quizás la idea más original de todo el libreto.

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