Gigante Duncan

La historias de los que no importan, esas son mis historias favoritas. En 1998, Michael Clarke Duncan era una descomunal mole de piel oscura, músculos imposibles y una sonrisa robada del mismísimo gato de Chesire. Su imponente figura deslumbró a los adolescentes que tragaban palomitas y disfrutaban del fin del mundo a lomos de un meteorito pilotado por Bruce Willis. Ni Duncan ni ninguno de los jóvenes que miraba el ‘Armageddon’ de Michael Bay eran importantes. Ni siquiera hoy, catorce años después, lo son.

¿Qué tienen los gigantes que cuando sonríen nos enternecen tanto? ¿Cómo es posible que una criatura que podría arrancarnos la cabeza de cuajo nos resulte tan entrañable? ¿Por qué su sola presencia en una película me conmueve? Puede que les parezca una barbaridad, una exageración de un niño impresionable por una constitución colosal. Pero les aseguro que no es algo físico, nada que ver con la adrenalina o la fuerza bruta. Duncan tenía algo más.

Fíjense si su historia no es importante, que llegó al cine de manera casual, después de ser guardaespaldas de Will Smith y de todo tipo de famosos, actores y músicos. Profesión que dejó después de que mataran a uno de sus empleadores, el rapero Notorius Big (¿No pueden visualizar su rostro, sus ojos, sus manos desplegadas como enormes balanzas, gritando al cielo, clamando justicia, llorando por su amigo?). Y llegó al cine para hacer lo que aparentaba que podía hacer: ser el ingenuo forzudo de la función. Como en ‘Armageddon’.

Mientras él moría rodeado de titulares, como ese actor curioso, sin importancia, que despertaba una simpatía sincera, aquellos adolescentes que comían palomitas miraban la televisión con delectación, abrumados por el talento de un actor que podría justificar su carrera por un papel, el John Coffey de ‘La Milla Verde’, que eriza cada vello del cuerpo.

Michael Clarke Duncan fue un nominado a ser alguien importante. Uno de esos grandes que serían inolvidables en la contraportada del periódico. No lo consiguió y, sin embargo, no me quito su gigantesca sonrisa de la cabeza. Descanse en paz.