En los 90, el destino de la humanidad se regía por una simple elección: Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone. Niños y adolescentes crecimos con una absurda rivalidad que nos llevaba a buscar los escenarios más histriónicos: Terminator contra Rambo, Rocky contra Conan, John Spatarn contra Douglas Quaid… La sola idea de ver a los dos en una misma película producía el mismo efecto paranoico que Doc Brown explicaba a Marty McFly en ‘Regreso al Futuro’: «¡El universo colapsaría!» De ahí que ahora, más o menos adultos, veamos con cierta melancolía cintas como ‘Los Mercenarios’.
Pero ninguna película había puesto como protagonistas absolutos a Arnold y Sylvester, en plan hermanos de sangre, como nos gustaba ver a los héroes en los 90, sufridos y canallas, los gallitos del lugar. Por esto, por todos estos años, ‘Plan de Escape’ es mucho más que una película. Es un lugar común, un destino compartido por los que enfrentamos a los mayores héroes de acción de la historia en cines, videoclubs y patios de recreo.
Ray Breslin (Stallone) es un profesional del escapismo. Dedica su vida a entrar y salir de las prisiones del planeta para encontrar sus puntos débiles y evitar que ‘los malos de verdad’ campen a sus anchas. Sin embargo, una organización internacional le tiende una trampa y termina encerrado en una fortaleza inimaginable. Allí solo contará con la ayuda de Emil Rottmayer (Schwarzenegger), un grandullón que esconde un gran secreto.
Mikael Håfström (‘1408’) dirige ‘Plan de Escape’, film de acción como los de antes, que ofrece exactamente lo que promete: entretenimiento sin complejos. Y una curiosa metáfora involuntaria sobre el cine-espectáculo moderno: dos hombres encerrados en un mundo de tecnología y planos 3D, un mundo que ellos mismos ayudaron a construir y que ahora, viejos y sabios y demonios, vuelven para destruirlo a la antigua usanza: a músculo.