Sabemos que es el futuro, pero tampoco tenemos muy claro si se trata de días, meses o años. El caso es que el astronauta Sam Bell (Sam Rockwell) lleva casi tres años en una estación espacial en la Luna, trabajando en una excavación para sacar unos minerales muy codiciados en La Tierra. A pocos días de la llegada del relevo que le permitirá volver a respirar aire libre en compañía de su mujer y su hija, sufre un accidente que lo cambia todo.
Duncam Jones recibió el premio a mejor director novel en los Bafta por ‘Moon’, una película de ciencia ficción que sustituye los trucos de ordenador por ideas refrescantes. La película es prácticamente un monólogo de su protagonista, un Sam Rockwell en estado de gracia que conversa con su nave y confidente, Gerty, a la que pone voz Kevin Spacey.
Rockwell (que pudimos verle en ‘Frost/Nixon’, ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde John Ford’ o ‘Confesiones de una mente peligrosa’, con la que ganó numerosos premios al mejor actor por todo el mundo) elabora un personaje, a priori, simple. Un borrego que sigue los pasos que le dicta su empresa, sin cuestionar el siguiente. Sin embargo, minuto a minuto, Sam pasa por todos los estados imaginables del ser humano, convirtiéndose ‘Moon’ en una prueba de casting sobresaliente para el actor.
De hecho, la película funciona como un escenario de teatro. Un lugar donde puedes palpar la calidad de un actor por sus gestos, sus palabras y su intención, más que por el traje espacial o las animaciones CG. Las sensaciones cobran protagonismo y se convierten en la base de un guión tremendamente fácil de destripar con una sola frase. El final, quizás previsible, no tendría sentido si el proceso de evolución de Rockwell no fuera tan devastador. Tan dramático.