El cerebro o lo que hay dentro del cerebro o las cosas que haya dentro de lo que hay dentro del cerebro, funciona de una manera muy curiosa. Estás tarareando una canción y, zas, de repente hueles a pan recién hecho en la calle donde vivían tus abuelos. Y lo peor es que, a poco que lo medites, ¡tiene sentido! O al menos lo tiene para ti.
Ayer me pasó. Lo de conectar momentos. Estaba viendo el tráiler de ‘Inside Out’, la nueva cinta de Pixar y recordé una tarde que fui a El Corte Inglés y jugué por primera vez al ‘Guitar Hero’. Pasé una hora allí, yo solo, como si fuera mi dormitorio, tocando una y otra vez la misma canción: ‘More than a feeling’, de Boston. Canción que no había escuchado nunca pero que, desde entonces, suelo añadir a la lista de reproducción cuando necesito un impulso energético. Me chifla esa canción.
El caso es que terminó el tráiler y mi cerebro –o lo que hay dentro del cerebro o las cosas que haya dentro de lo que hay dentro del cerebro– se había empapado de emociones: me apetecía ver la película, quería jugar al ‘Guitar Hero’ y necesitaba escuchar una vez más a los Boston a pleno pulmón. Y, por encima de todo, fui consciente de algo. Escuché, nítida, una vocecita interior que me decía: «’Inside Out va a ser muy grande».
En la historia de Pixar hay títulos que serán recordados por arriesgar más allá del mercado. Cómo olvidar al viejo que quería salvar su casa o al robot que no hablaba. Dos obras maestras de la animación que merecen compartir la cima con las obras mayúsculas del Cine. ‘Inside Out’, después de muchos años, me transmite algo de ese arrojo que hizo grande a Pixar y que estábamos olvidando. Puede que sea una simple sensación, una vocecita. O puede que sea algo más.