Open Windows

El inesperado poder de un click. Es como un buen truco de magia en el que el ilusionista crea diversos focos de atención para conseguir manipular nuestra percepción y que veamos, sin duda, que una baraja de cartas ha cambiado por completo de color. Entrar en una página web nos convierte en público involuntario de un espectáculo de prestidigitación: palabras, colores, líneas subrayadas, recuadros fluorescentes, luces que cambian de posición, invitaciones exclusivas, ventanas que se abren y nos hacen creer que las estábamos esperando…

Open Windows‘ es un atractivo ejercicio de seducción donde el trilero, Nacho Vigalondo (‘Los Cronocrímenes’), mueve los cubos delante de nuestras narices para ejecutar el hechizo. Sus cubos son pantallas. Decenas de pantallas -focos de atención- cambiantes que construyen una ilusión de realidad. De tiempo real. De acción frenética. Un encantamiento que juguetea con tecnologías complicadas (¿imposibles?) por una sencilla razón: la percepción.

Nada más terminar la última escena, nada más escuchar el último diálogo y arrancar los títulos de crédito, se escuchan en la sala los primeros cuchicheos sobre la película. “¿Crees que es posible?”, “¿existirá algún día tecnología así?”, “¿no te parece exagerado?” Las preguntas resultan fascinantes porque casi nadie subraya la verdad que se toma como exagerada pero que está ahí. La tenemos delate de nuestras narices durante gran parte del día: el click.

‘Open Windows’ es, por encima de todo, un entretenimiento formidable. Una fantástica película de ciencia-ficción, original en forma y fondo, que guarda varios giros de guión que sorprenderán al espectador. Pero también es -y creo que lo es casi accidentalmente- una muestra patente de que somos víctimas del click. Adictos del click. Para quien crea que es exagerada la premisa del film, ¿quién no ha pinchado sin saber por qué en una palabra, en un mensaje, en una imagen…? Somos víctimas de una manipulación, de una ilusión. En unos casos, ilusiones tan peligrosas como la que sufren Nick Chambers (Elijah Wood, ‘El señor de los anillos’) y Jill Goddard (la ex actriz porno Sasha Grey) los protagonistas de ‘Open Windows’. En otros, ilusiones tan fascinantes como las que construye Vigalondo: cine.

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Extraterrestre

Expectativas y extraterrestres. He aquí la cuestión. Corría el año 1997 y mi amigo Antonio se había llevado el chasco de la temporada: “¿una película sobre alienígenas en la que no se ve ni un puñetero bicho? ¡Qué invento es este! ¡Menuda estafa!”, gritaba dolido. Salíamos de ver ‘Contact’, película protagonizada por Jodie Foster que habla de ovnis, del espacio exterior y de la vida más allá del ser humano. Pero sin mostrar ni un solo engendro verde. Ni un marciano, critter o peligroso invasor con ansias de destruir la Casa Blanca. Ya me entienden. Yo, sin embargo, salí encantado con la idea. Me pareció una genialidad, un ejercicio fascinante de imaginación.

La cara de Antonio tras ver ‘Contact’. Ése fue mi primer pensamiento al terminar de ver ‘Extraterrestre’ de Nacho Vigalondo. Llevaba mucho tiempo dejando que la película del director de ‘Cronocrímenes’ -recomendable antes, ahora y después; tengan o no un Delorean en el garaje- durmiera el sueño de los justos. ¿Por qué? Malas críticas, comentarios de parientes, amigos indignados, chistes hirientes… Simplemente, el tiempo pasó y nadie me recomendó ver ‘Extraterrestre’. Con los títulos de crédito en pantalla, imaginé el gesto de Antonio en la cara de todos esos que me dijeron “no la veas que es muy mala”. Y me encantó la idea de poder escribir esta línea:

‘Extraterrestre’ es un genial y sencillo derroche de imaginación. Se la recomiendo.

Julio (Julián Villagrán) despierta tras una noche de juerga en el piso de Julia (Michelle Jenner). Es tarde, tienen resaca y no recuerdan ni sus nombres. Pese a ser domingo, les extraña que no se oiga ni un alfiler en la céntrica calle de Madrid. Un pesado y pegajoso vecino (Carlos Areces) les abre los ojos: “anoche nos invadieron los extraterrestres y se han llevado a toda la gente a unos refugios”. A partir de ahí, nada ni nadie será lo que parece. O, mejor dicho, lo que dicen ser. Incluido el entrañable Carlos (Raúl Cimas).

Vigalondo trata la maravillosa complejidad del ser humano con una sencilla comedia repleta de mentiras, manipulaciones, traiciones y chantajes. Casi una pequeña obra de teatro en la que los actores no salen del piso, como en ‘Un dios salvaje’ pero con tintes de ciencia ficción. Supongo que no saciar las expectativas convierte el resultado en algo insuficiente. Pero conmigo, este ‘Extraterrestre’, las superó.

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