Es una sensación, no puedo hablar de estadísticas matemáticas. Pero mientras la crítica la ensalza, lo cierto es que la gente –la que me rodea, lo que oigo en la calle– se retuerce en la butaca sin saber muy bien qué pensar de ‘Mad Max: Fury Road’. ¿Por qué? He aquí unas cuantas ideas a tener en cuenta:
1.- Si no has visto ninguna película de Mad Max es muy posible que te sorprenda. No es una película tipo, con una estética agradable para el espectador medio. George Miller, su director, imagina un universo, su universo, sin complejos. Así, muchos se avergonzarán de la imagen del guitarrista sobre el camión, cuando en realidad es una poderosísima imagen, un recurso visual fantástico y una imaginativa evolución de los tambores de guerra.
2.- Es una película de acción, de aventuras y muy, muy, muy entretenida. Pero no es una película para niños. No, madres y padres del mundo, no podéis llevar a vuestros hijos a ver cualquier cosa en la que aparezca un coche y encima quejaros en mitad de la sala de que es «un asco de película» mientras bajáis las escaleras por tercera vez.
3.- El respeto de ‘Fury Road’ por el espectador es mayúsculo. Tanto que no se preocupa ni un solo segundo por protegernos. Nos muestra sus ideas en todo su esplendor: los claros y los oscuros. Nada de ser condescendiente con nosotros, con suavizar el vasto océanos de verdades que hay detrás de la fábula.
4.- Hay cosas que no entiendes. Que no entenderás. Que no entendemos. Cosas que requieren que cada cual busque su explicación. Si un personaje se mancha la boca de metal antes de saltar sobre un coche en llamas y grita «¡sed testigos!», es fácil que nos retorzamos ante un ritual fuera de ‘lógica’. Pero ese es el acierto: el impacto.
5.- Nada es gratuito en ‘Fury Road’. Y más allá del entretenimiento, la película es tan grande porque se fundamenta en ideas que funcionan estética y filosóficamente. Tal vez, verdades incómodas de las que merece la pena seguir hablando. Y de la mujer. La mujer.