Rompenieves (Snowpiercer)

El mundo es un tren y sus pasajeros, la sociedad. Cada vagón representa a una clase, ordenadas según su riqueza: cuanto más cerca de la cabeza, más comida y agua; cuanto más lejos, más hambre. ‘Rompenieves’ (‘Snowpiercer’) tiene uno de los planteamientos más originales de los últimos años y es, de manera eficiente, una película de acción que rompe con los cánones establecidos. Su guión, basado en el cómic francés de Jacques Lob; su protagonista, un antihéroe alejado de los arquetipos; su estética, un triunfo ‘indie’ a caballo entre la viñeta y el relato fantástico.

John-ho Bong (‘The Host’) dirige una película con una fuerte carga filosófico. La lectura más superficial desvela un compromiso absoluto por conseguir que el espectador dibuje la línea que nos separa. Aquella línea que nos enseñaban en Historia que ensancha la estadística: los ricos son más ricos y los pobres, pobres serán. Salvando las distancias, Curtis (Chris Evans, ‘El Capitán América’) es una suerte del Neo de Matrix, liderando una revolución que afecta a todo el tren. A todo el universo.

El film, una producción a dos mares entre Corea del Sur y Estados Unidos, puede no contar con los mejores efectos especiales, pero se sostiene gracias a un guión sólido y un elenco de intérpretes de primer orden. Además de Evans, muy correcto, ‘Rompenieves’ cuenta con Jamie Bell (‘Billy Elliot’), John Hurt (‘V de Vendetta’), Ed Harris (‘Camino a la libertad’), Octavia Spencer (‘Criadas y Señoras’) y una irreconocible Tilda Swinton (‘Moonrise Kingdom’).

La propuesta de Bong es francamente recomendable por dos razones: no es una película a la que estemos acostumbrados y cargará su mochila personal de una experiencia entretenida, reflexiva y emocionante. Una lástima el miedo que ha corroído a las distribuidoras, dejándola de lado de la inmensa mayoría de cines españoles. Al menos, si cuenta con Canal+ o Yomvi, pueden verla en casa.

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Criadas y señoras

‘Criadas y señoras’ es una película muy americana. Y es, posiblemente, la primera vez que no utilizo la palabra ‘americana’ como algo despectivo. Pese a su efectismo y manipulación emocional, la cinta de Tate Taylor es un bonito paseo por el convulso Mississippi de los años 60, época fotogénica por excelencia de la patria de las barras y estrellas y culmen de la lucha contra la intransigencia racista. El acierto, sin embargo, reside en que el protagonismo recae en la mujer. La mujer como eje, obviado tantas veces por la épica, del cambio. De la igualdad.

Skeeter (Emma Stone) es una joven que acaba de licenciarse en periodismo con un sueño por delante: contar historias. Al volver de la Universidad, sin embargo, se encuentra con que la sociedad le empuja a buscar marido, a aprender a cocinar, a quedarse preñada y a dejarse de pamplinas vocacionales. En su pueblo todas sus amigas tienen una criada negra en su casa, a las que maltratan y humillan por ser “inferiores y víricas”. Skeeter decide darles voz y, evitando las absurdas leyes racistas que impiden que negras y blancas compartan el mismo espacio, se reúne con ellas para escribir su primera gran historia.

Como les digo, ellas son ‘Criadas y Señoras’: Viola Davis, Bryce Dallas Howard, Octavia Spencer, Jessica Chastain y Emma Stone. Ellas son las responsables de que la película tenga tantos colores, matices e ingenio. Taylor acierta en su conversión de la novela original y se aleja de ser, perdonen el tópico, “la típica película para ellas” y ofrece un producto agradable, consistente y funcional.

En EEUU ha sido un éxito descomunal en taquilla. Un fenómeno que aquí, como era de esperar, no ha sucedido. Y no lo ha hecho por eso, porque es muy americana. Porque tiene unas connotaciones que a nosotros se nos escapan, que no nos llegan a transmitir esa empatía necesaria para salir de la sala y recomendarla a nuestros amigos como imperdible.

El fondo de ‘Criadas y Señoras’, sin embargo, sigue siendo precioso: la ficción altera la realidad.