Existe la falsa creencia de que en el cine todo es mentira. Una mentira bien contada que hipnotiza como el trilero que amasa fortunas vendiendo crecepelo en una caravana del farwest. Y es cierto. Pero también es todo lo contrario. Podrían enumerar las veces que han utilizado una escena determinada para describir sus sensaciones, o un personaje para adular e insultar a un conocido, o una música para conservar un recuerdo con la impronta que merece.
Sonaba el último disco de Lori Meyers (“me dice que vuelva, que me quieres otra vez, que piensas decirlo una y otra vez…”) mientras la chica aguantaba las lágrimas en la librería, con una fina novela de pastas rojas entre sus manos. La amiga, agazapada tras un estante, salta de improviso y le dice que lo ha encontrado (“una y otra vez”). Cambia la canción, el disco sigue sonando, pero la chica no cambia ni un ápice su rostro (“no existe un ciclón que pueda expresar”). Venga, joder, le insiste su amiga, que no es tan grave (“serás feliz, sin temor, busca un lugar donde estés mejor”), repite una y otra vez. Verás como sale otro, termina.
Pasa unos minutos rebuscando entre libros, como la que mira al cielo estrellado y se propone contar todas las luces en el cielo. El estribillo de la canción se sale del paréntesis en el que estaba recluido hasta el momento y se infiltra entre signos de admiración en las preocupadas sienes de la chica, apartando otros pensamientos que le funden el ánimo, abriéndose paso en una pista de baile atestada por muermos vivientes: “busca un lugar donde estés mejor, busca un lugar donde estés mejor, busca un lugar donde estés mejor, busca un lugar donde estés mejor, busca un lugar donde estés mejor, busca un lugar donde estés mejor…” La batería se anima, la guitarra sube el ritmo, la música de Lori Meyers se adueña de sus emociones y, antes de que acabe la canción, la chica sonríe.
La amiga vuelve con un libro entre las manos y se alegra al ver sus hoyuelos. En silencio, se pregunta si habrá sonado por fin el teléfono, si la revolución que esperaban había empezado justo cuando ella no miraba, si se acabó la crisis y nadie las había avisado. ¿Por qué esa sonrisa?, habla. Y la chica, con una impronta que merece recordar, responde: “¿Recuerdas a la niña de ‘Pequeña Miss Sunshine’? De repente me sentí así”.