¿Han visto el último spot de Estrella Damm? Sí, ése en el que un tipo se enamora de una moza en un curso de cocina de El Bulli y pasan el verano más fascinante de sus vidas. Que sí, ése que te deja con la sensación de que, en realidad, no has vivido ni un puñetero verano interesante en tu vida. El mismo que, nada más acabar, con esa música tan maravillosa de Herman Düne, pone en tu boca una frase que nunca está mal pronunciada: “Necesito vacaciones”.
‘Pequeñas mentiras sin importancia’ es un drama, es una comedia, pero sobre todo es una sensación rescatada de un baúl que muchos compartimos: verano, amigos, amor. Es como el anuncio de Estrella Damm pero con un ingrediente extra: sabe a realidad. Un grupo de amigos prepara sus vacaciones a una paradisíaca playa francesa. Pocos días antes de marchar, Ludo, uno de ellos, tiene un aparatoso accidente de moto que le deja postrado en la cama, en cuidados intensivos. El resto de la pandilla, ante la imposibilidad de hacer nada por su amigo, decide mantener sus planes y disfrutar como nunca del descanso. Una vez allí, la amistad más veraz convivirá con algunas mentiras que, poco a poco, definirán qué es y qué no es importante.
El gran acierto de Guillaume Canet (sin tener en cuenta que está casado con la hermosa Marion Cotillard, que es una de las actrices principales) es centrarse en la vida que comparten los protagonistas de su historia, un grupo de amigos unidos desde la infancia, y saber hilvanar, con autenticidad, un tejido que los une y los separa. ‘Pequeñas mentiras sin importancia’ es un filme de personajes, de actores. Y ahí reside su éxito. Un éxito que, por cierto, la convirtió en la película más vista en Francia en 2010 -por encima de todo Hollywood-.
Con un metraje, quizás, excesivo, la cinta de Canet encandila a un espectador con la vista puesta en las vacaciones. Yo, por ejemplo, me imaginaba a mi pandilla este verano, en la casa rural que nos hemos agenciado en Cantabria, disfrutando como nunca de las mentiras que hacen que nos queramos tanto.