‘El Hobbit: la desolación de Smaug’, poster y trailer en la Montaña Solitaria

El Hobbit: La desolación de Smaug, uno de los títulos más esperados del año. Pese a su mediocre predecesora. Y no interpreten el ‘mediocre’ como una valoración subjetiva -que también-, es un hecho objetivo: la cinta no consiguió, ni de cerca, la admiración, devoción, buena prensa y elogios que Peter Jackson cosechó con ‘La comunidad del anillo’. Sin embargo, es inevitable que al ver el primer poster y el trailer de ‘El Hobbit: La desolación de Smaug’, arranque la maquinaría más peligrosa y emocionante del cine comercial: el hype.

El primer ‘teaser poster’ de ‘El Hobbit: La desolación de Smaug’, de Peter Jackson, se centra en Bilbo Bolsón (Martin Freeman), a las puertas de la Montaña Solitaria, la caverna donde el malvado Smaug (Benedict Cumberbatch, que entre la Tierra Media y el Enterprise de Star Trek, está de buen año) custodia el tesoro de los enanos.

ACTUALIZA: Primer trailer de ‘El Hobbit: la desolación de Smaug’

Y el trailer en español, cortesía de RTVE

‘El Hobbit: la desolación de Smaug’ llega a los cines el próximo 13 de diciembre, seguido por ‘El Hobbit: partida y regreso’, el 17 de diciembre de 2014.

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THE HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUG (2013) EVANGELINE LILLY

Durante la visita de Gandalf a Bilbo Bolsón en su agujero de Bolsón Cerrado, el mago intenta convencer al pequeño hobbit de que le acompañe en una aventura asombrosa que le aportará grandes recuerdos. Bilbo le dice que él no es más que un insignificante mediano, no un héroe o un guerrero. Gandalf, comprensivo, le relata una asombrosa historia sobre sus antepasados que Bilbo califica de “invención”. El mago zanja la cuestión con una reflexión que pasa por una declaración de intenciones del mismísimo Peter Packson: “Toda gran historia debe tener detalles increíbles para hacerla interesante”

Jackson no contaba con un presupuesto tan arrollador para rodar ESDLA, y consiguió una saga redonda donde la evolución y la historia eran consistentes. Ahora, con dinero para todos los caprichos, se olvidó de la escritura, apostó por tecnologías absurdas y por dejar que los productores impusieran una trama que reencontrara a los espectadores con sensaciones conocidas. Thorin Escudo de Roble es el nuevo Aragorn, Bilbo viaja con las inseguridades de Frodo, pero Balin le apoya como Sam Sagaz, Gandalf sospecha de que algo se avecina, Fili y Kili van juntos como Legolas y Gimli, y Gollum es Gollum. El problema no sería el descarado intento de autoplagio tanto en personajes como en batallas, rodaje, diálogos, estructura… como la evidente y matemática realidad de que ‘El Hobbit’ es un libro de 300 páginas. ¿Cómo pueden salir tres películas de tres horas de 300 páginas?

La FanFarria es un ejército de fieles amantes de la cultura moderna en sus más variadas vertientes que, en los últimos diez años, ha crecido más rápido que una fiesta de Gremlins en el Aquapark. En la FanFarria somos caprichosos con lo impresionable pero, cuando encontramos la veta, la explotamos al límite de sus posibilidades. Somos críticos, ácidos e, incluso, repelentes. Los típicos enteradillos de las reuniones de amigos, los que siempre tienen una opinión formada, estudiada y personal, sin importar las modas. Nosotros creamos las modas. Somos el spoiler

 

El Hobbit (II): un viaje inconsistente

Con la terrible experiencia de los 48fps -sigo dolido-, he hecho una pequeña y rápida revisión de la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ (ESDLA) para recordar mis escenas favoritas. Nunca fui un purista de Tolkien, así que tampoco arremetí contra posibles destrozos del guion con respecto a las novelas. De hecho, si los hay, no me importan. Como espectador sigo disfrutando de la épica, la fantasía y la perseverancia de Frodo, Sam, Aragorn y el resto de la compañía. El asunto está en que ‘El Hobbit’ es un libro completamente distinto, una historia alejada de Mordor, unos personajes que viven una experiencia propia y original. Así que, ¿cómo es posible que ‘El Hobbit: un viaje inesperado’ me recuerde tanto a ‘La Comunidad del Anillo’? ¿Cómo es posible que dos relatos tan distintos en papel sean tan parecidos en pantalla?

Jackson no contaba con un presupuesto tan arrollador para rodar ESDLA, y consiguió una saga redonda donde la evolución y la historia eran consistentes. Ahora, con dinero para todos los caprichos, se olvidó de la escritura, apostó por tecnologías absurdas y por dejar que los productores impusieran una trama que reencontrara a los espectadores con sensaciones conocidas. Thorin Escudo de Roble es el nuevo Aragorn, Bilbo viaja con las inseguridades de Frodo, pero Balin le apoya como Sam Sagaz, Gandalf sospecha de que algo se avecina, Fili y Kili van juntos como Legolas y Gimli, y Gollum es Gollum.

El problema no sería el descarado intento de autoplagio tanto en personajes como en batallas, rodaje, diálogos, estructura… como la evidente y matemática realidad de que ‘El Hobbit’ es un libro de 300 páginas. ¿Cómo pueden salir tres películas de tres horas de 300 páginas? Estirando las escenas como un chicle manido. Sí, lo impensable: ‘El Hobbit’ es aburrida, lenta y agonizante. Haya o no haya leído el libro, uno es consciente al final de la proyección de que no eran necesarias tres horas para contar tan poco, de que leer el libro es más rápido que ver las tres películas, de que está carente de toda alma y de que, una vez más, nos quieren sacar la pasta.

No todo es malo en ‘El Hobbit’, obviamente. Hay grandes escenas que, si consiguiéramos extraerlas y montarlas en orden, quizás, tendríamos una película más agradable. Las escenas de acción son entretenidas, pero escasas para tres horas. Y la épica de Mordor no puede ser la misma que la épica del acertijo, la gamberrada y los enanos glotones. También, esta será, probablemente, la peor de las tres. En fin.

‘El Hobbit’ es un viaje inconsistente. Y francamente desilusionante.

 

PDT: Con todo, y por la envidia que siento por los miles de comentarios apasionados que leo a favor de ‘El Hobbit’, dentro de un tiempo, un mes, quizás más, la vea otra vez, sin los 48 fps. Me hicieron mucho daño. A ver si mi opinión mejora. Porque, les aseguro, que envidio profundamente a todos las que la están disfrutando tanto.

El Hobbit (I): Morir a 48 fps

Hay tres aspectos que debemos tratar sobre la llegada de ‘El Hobbit: un viaje inesperado’ a las salas de cine. El primero y más urgente es el de la tecnología: ¿qué aporta? Durante la visita de Gandalf a Bilbo Bolsón en su agujero de Bolsón Cerrado, el mago intenta convencer al pequeño hobbit de que le acompañe en una aventura asombrosa que le aportará grandes recuerdos. Bilbo le dice que él no es más que un insignificante mediano, no un héroe o un guerrero. Gandalf, comprensivo, le relata una asombrosa historia sobre sus antepasados que Bilbo califica de “invención”. El mago zanja la cuestión con una reflexión que pasa por una declaración de intenciones del mismísimo Peter Packson: “Toda gran historia debe tener detalles increíbles para hacerla interesante”.

Esos “detalles increíbles”, para ‘El Hobbit’, son la inclusión del 3D y los innovadores 48 fotogramas por segundo. Bien, tomen nota porque está su salud y su economía en juego: El 3D es, como viene siendo habitual, innecesario, inerte y molesto; pero los 48 fotogramas por segundo son lo peor: una agonía tecnológica que mata por completo la magia del cine, una desfachatez visual que convierte una película de presupuesto desorbitado en una ‘tvmovie’ con un talentoso equipo de maquillaje.

Uno entiende, ahora, la decisión de Jackson de no proyectar los pases de prensa a 48fps: hubiera sido una promoción pésima. Nada más empezar la película hay una, supongo, espectacular secuencia en el reino de los enanos. Y digo supongo porque entre las gafas y la continua sensación de hiperrealidad de los 48fps, empecé a removerme en la butaca y no paré hasta que terminó, tres horas después. Es como si viéramos un vídeo rodado en casa con una cámara extraordinariamente cara; los efectos visuales parecen cutres, pastiches y ridículos. Las constantes carreras por la Tierra Media dan la sensación de estar aceleradas y las batallas son molestas, incomprensibles.

¿Qué aporta? Nada. Menos que nada. Estropea la película y subraya la conclusión: nos quieren sacar la pasta. Si aún así quieren probar, por curiosidad, vean primero ‘El Hobbit’ en digital y luego, si lo aguantan, repiten. Porque sí, Gandalf, los “detalles increíbles” están bien, pero mejor ponlos sobre el guion, no sobre el presupuesto. Claro, debemos hablar del guion: un completo desastre.

Hoy veré 'El Hobbit 3d 48Fps HDR DUB'… ¿Soy un primo?

Soy uno de los –relativamente pocos, relativamente muchos– que hoy verá ‘El Hobbit: Un viaje inesperado’ en 48 fotogramas por segundo, HDR, tres dimensiones y doblada al castellano. ¿Soy un primo? ¿Demasiados apellidos para una película que debería expresar más que suficiente con sólo dos palabras: ‘El Hobbit’? Puede ser, pero ya no tiene vuelta atrás. A falta de ver el nuevo trabajo de la banda de Peter Jackson, la única certeza que gasto, horas antes de entrar a la sala, es que será un taquillazo. Un enorme éxito comercial. Y que me he quedado con la cartera más vacía que un guion de ‘Fenómenos’ con la excepción de Julián López, que haga lo que haga me parece siempre genial).

Les he contado muchas veces que soy un absoluto reticente del 3D. Creo que sólo trae problemas, contradicciones y obliga a los directores a perder el foco de lo realmente importante: la historia. No creo que ‘El Hobbit’ sea una excepción. Y, por si se lo preguntan: claro que disfruto con un espectáculo visual de proporciones épicas. Es una herramienta más para empatizar con el espectador, para desarrollar una ilusión consistente. Más, claro, en temáticas fantásticas y de ciencia ficción. Pero, incluso en la más enrevesada historia de robots, aliens, explosiones, viajes interestelares y héroes multitarea, ansío, por encima de todo, un guion atractivo.

Aquí, con las entradas en la mano, recuerdo el inconmensurable fanatismo que despertó ‘Prometheus’, antes incluso de ser estrenada, y el desilusionante batacazo con el que me topé al salir de la sala. Es el ejemplo perfecto: el preciosismo formal para presentar un conato de historia. ¿Tanto hemos educado los sentidos como para que el gran público no exija ‘algo más’? Lo que es peor: ¿Las generaciones que ahora empiezan a disfrutar del cine –pienso en 13, 14 años–, dónde pondrán su vara de medir? ¿Sabrán ver las bondades de ‘Willow’, ‘Regreso al Futuro’ o ‘El ejército de las tinieblas’ sin unas gafas de plástico o un bicho generado a 48 fotogramas por segundo?

Hay sitio para todos. Hay que saber disfrutar de los fuegos artificiales, de Chaplin, de Malick, de Spielberg, de Nolan y de Jackie Chan. Pero también hay un límite que no nos debemos permitir cruzar: respetemos la palabra. Palabras por encima de títulos nobiliarios de inmensos apellidos tecnológicos. Dicho lo cual, veamos ‘El Hobbit’.

"Papá, cuéntanos un cuento"

«Papá, cuéntanos un cuento», dijo el hermano mayor. «¡Sí, papá, un cuento!», repetía el más pequeño. El padre, de mandíbula marcada y mirada ladina –como todo buen bardo–, cargado de ese orgullo invisible que envuelve a un padre convocado, se sentó en la mecedora y pidió a los niños que se tumbaran en la cama; que se relajaran y que escucharan con atención la historia que les iba a contar. El mayor, sin embargo, interrumpió antes de que el hombre pudieran modular una sola palabra: «¡Los enanos, papá! ¡Dinos dónde están los enanos!» ¿Los enanos?, preguntó. «¡Sí, papá! ¿Dónde está Bilbo? ¿Salió de la cueva?» El hombre descansó su espalda, inhalo el humo de su pipa y, emocionado, continuó por donde lo dejó la noche anterior: «Para el hobbit, hijos míos, el viaje no había hecho más que empezar…»

No sé cómo serían esas veladas entre Tolkien y sus hijos, pero yo me las imagino así. En mi visión huele a chimenea, las almohadas son mullidas y los hijos, después de conocer un nuevo capítulo de la vida de Bilbo Bolsón, permanecen con los ojos abiertos como platos, cuchicheando entre las sábanas, intentado averiguar qué pasará con el temible dragón Smaug. ¿No les parece fascinante? Un padre contándole a sus hijos un cuento improvisado que, casi cien años más tarde, sería considerado un hito cultural; un referente de la fantasía colectiva.

La llegada de ‘El Hobbit’ al cine, el próximo viernes, recupera la épica del mediano que hace diez años conquistó las salas del mundo entero. Hoy recordé las noches en las que mis padres me contaban cuentos para dormirme. Una escena que, probablemente, puedan hacer suya con facilidad. ¿Y si ese cuento fuera, años más tarde, el cuento de todos? ¿No sentirían, de alguna manera, una incómoda profanación de su intimidad? ¿No se sentirían, tal vez, dueños despojados?

Creo que entiendo a los herederos de Tolkien. Sus quejas, denuncias y lloros por el, a su entender, estropicio que está llevando a cabo Peter Jackson. Pero creo, también, que no deben ser conscientes de la única verdad que les sobrepasa: las historias se emancipan. Recreando aquella escena entre Tolkien y sus hijos, me hago una última pregunta: ¿Cuánto queda para que veamos un biopic de J.R.R. Tolkien? ¿Cuánto para el ‘Descubriendo Nunca Jamás’ de la Tierra Media? Ése también será un viaje inesperado.

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