En este verano que ya huele a caduco, el cine yanki se ha empeñado en que volvamos a disfrutar de la vieja escuela ochentera de las películas de acción. Y, dicho sea de paso, un servidor lo agradece. No tanto por los remakes innecesarios (‘Karate Kid’) como por los más que honrosos intentos por hacer cintas de acción sin ninguna aspiración filosófica, ni guiones rimbombantes, ni escenas repletas de pantallas verdes. Han vuelto a la base.
‘Predators’, al igual que ‘Los Merceranarios’, no engaña. Es ese tipo de película que en el noventa por ciento de los casos no gustará a las niñas y sí a los niños. Así de simple. ¿Por qué? Porque no guarda elementos sorprendentes, escenas bellas o ideas entrelazadas. Es fácil: ocho tipos duros caen en una selva sin recordar cómo han llegado allí. De buenas a primeras, unos bichos enormes empiezan a darles caza para matarles uno a uno, al estilo ‘depredador’. Lo que viene después, se lo pueden imaginar: carreras, explosiones, disparos a bocajarro, cabezas cercenadas…
Después de casi treinta años del primer Depredador de Schwarzenegger, no todo iba a ser igual. Hay que adaptarse a los tiempos que corren. Ahora los músculos bestiales no se llevan. El protagonista, Adrian Brody, parece un tirillas al lado de ‘Terminator’, pero da el pego. Además, en esta ocasión hay un personaje femenino entre los héroes. Vamos subiendo.
Destacan el inenarrable Dany Trejo -que pronto estrenará su propia película ‘Machete’- y Lawrence Fishburne, que además de haber ganado unos kilitos desde que fuera ‘Morpheo’ en Matrix, hace uno de los peores papeles que le recuerdo. Pero cuánto me he reído a su costa. Para los amantes de las mezclas inesperadas, Nimród Antal y Robert Rodríguez nos deleitan con un duelo de samuráis entre un depredador y un yakuza. Lo mejor de la película.