La teoría Sinde-PSX

La piratería tuvo su primer momento de esplendor hace diez años, con la Playstation (PSX) dominando el mercado. Los videojuegos de ordenador siempre habían pasado de un joystick a otro en cajas de diskettes de tres y medio y cedés. Con las consolas fue distinto. La Super Nintendo, por ejemplo, tenía un complicado sistema de copia de cartuchos que muy pocos vimos en funcionamiento. La regla establecida y aceptada era que la piratería no existía en estos dispositivos. Pero pronto descubrimos nuestro error.

El rumor corrió como la pólvora: ciertos comercios (normalmente videoclubs) se dedicaban a instalar un poderoso chip a la PSX con el que podrías utilizar juegos no originales que ellos mismos vendían por tres mil pesetas -que, en algunos casos, ellos mismos importaban de Japón o EEUU-. Teniendo en cuenta que uno legal rondaba las ocho mil, la tentación era inevitable. Con el paso del tiempo, los más avispados descubrieron dónde estaba el negocio: comprar una copiadora/grabadora de cedés. Así, ante una demanda que subía imparable, el sistema de alquiler de juegos se extendió por todos los videoclubs de España. La técnica era sencilla: pagabas doscientas pesetas por llevarte un día a casa el ‘Duke Nukem’, lo grababas y luego lo vendías por trescientas. A varios colegas.

Años más tarde sucedería igual con las películas y las copiadoras de deuvedés. Nadie previó, sin embargo, que este sistema económico basado en la rémora y el tiburón terminaría por arrasar casi por completo un modelo de negocio: el top manta llegó a la calle.

Un salto más en la línea temporal y llegamos al final de la primera década del nuevo siglo. Desde una página de Internet descargamos series, películas y videojuegos. Nada se escapa. La piratería sigue en la calle, pero en una considerable menor medida. Por primera vez en diez años, el usuario va directamente a la fuente: una red abierta.

2011. Sinde amenaza con cerrar todas las puertas posibles a las descargas ‘ilegales’. Y yo, ignorante, pregunto: ¿De verdad alguien cree que hay manera de frenar la piratería? ¿No es altamente estúpido suponer que esta medida no favorecerá a ciertas mafias que seguirán traficando con contenidos audiovisuales a sus anchas y lucrándose con ello? ¿No era mejor dejar la decisión en las manos del usuario? ¿Quieren que sus hijos hagan como yo y se metan en ‘videoclubs’ a comprar juegos y películas piratas? No les negaré que fue divertido, pero creo que no necesitamos volver al Chicago de Al Capone.