Ayer, un profesor entró en una clase de 2º de ESO -lo que era 8º de EGB, 13-14 años- y preguntó: “¿Quién sabe definir lo que es ‘monarquía’?” Los alumnos dudan por unos segundos, hasta que uno termina levantado el dedo para responder: “Eso es cuando hay un rey”. El maestro acepta la definición y la utiliza de enganche para comenzar la lección: ‘Monarquía y República’.
No había pasado ni la mitad de la hora cuando el señor profesor vislumbró ciertas dudas en el personal. Vaya, que no se enteraban de la misa la mitad. Con cierta curiosidad -y algo de picardía- les pide que saquen un folio y escriban, sin más, qué es España, “¿república o monarquía?”.
Recoge los folios. Las risillas entre los pupitres, los culos de mal asiento y los resoplidos son parecidos al ambiente que se respira tras un examen que ha sido un fracaso. El profe propone un ejercicio de sinceridad: “Venga va, que no os dé vergüenza, levantad la mano los que hayáis puesto ‘República’”.
Tres manos abajo. Veintiséis manos arriba. ¡¡Por las barbas de Fray Leopoldo, veintiséis!!
Conforme me contaban la anécdota -que es real como que el aceite de Jaén es el mejor de España-, me venía a la cabeza la genial escena de ‘La Ola’ (Dennis Gansel, Alemania, 2008), en la que el profesor les dice a sus alumnos “hay que saber cuándo se vive y dónde se vive. Hay que saber por qué la vida es como es y cómo llegamos a ella. Olvidar la Historia es aceptar que volveremos a equivocarnos”. Y, aunque los adolescentes de este film terminan de una manera mucho más dramática (si no la han visto, háganlo; muy recomendable), sí que encuentro cierto paralelismo. Al final la lección es la misma en las películas, en los libros y en las aulas: la ignoracia es muy atrevida.