La entrega de los premios Emmy me ha hecho recordar dos cosas: lo buena que es ‘Breaking Bad’ –y todo lo que ella implica–; y que nunca jamás volveré a verla por primera vez. Ya sabía que iba a echar de menos a la familia White, pero ayer, viendo el bigote de Bryan Cranston y la travesura innata de Aaron Paul me puse melancólico. Luego me di cuenta de un hecho fascinante: Saul Goodman está vivo. El spin-off de ‘Breaking Bad’, ‘Better call Saul’, protagonizado por el abogado más eficiente de Nuevo México, cuenta con el mismo equipo creativo de la serie original. Y eso es un marchamo de calidad indiscutible. ¿Conseguirá Bob Odenkirk que su personaje perdure tanto como Walter?
Estoy convencido de que dentro de un año veremos al bueno de Saul diciéndole a algún cliente aquello de «Say my name». O algo parecido. Tiempo al tiempo.
En el campo de la comedia, no sé si se han dado cuenta, pero después de tantos años llamando a ‘Cómo conocí a vuestra madre’ la heredera de ‘Friends’, resulta que no. Que la heredera por derecho, tanto por premios, por audiencia y por caché de los actores, es ‘The Big Bang Theory’. Sí, amigos: frikis. Los amigos que molan ahora son los frikis. Los reyes del universo. Los respetables asistentes a la Comic-Con de San Diego, al preestreno de ‘Los Vengadores’ y a las veladas de pizza y videojuegos. ¿No les encanta?
El momento más emotivo de la gala de los Emmy, sin duda, fue el precioso discurso que Billy Crystal dedicó a Robin Williams. Qué difícil, joder, hablar de un amigo muerto y conseguir hacer reír a la audiencia. Supongo que era inevitable. Debe ser sencillo recopilar miles de anécdotas graciosas si has vivido puerta con puerta con la Señora Doubtfire.