Quiniela de Goya (I)

Las cartas están echadas y la partida va a comenzar. ¿Quiénes serán los ganadores de los premios del cine español? He de confesar que algunas nominaciones me han dejado patidifuso -me encanta esa palabra- y que la ausencia de los chicos de Kandor les quita un tanto importante de magia al asunto. Pero bueno, a ver cuántas acierto:

Para mejor película tenemos a ‘Balada triste de trompeta’ -no me extrañan los rumores tendenciosos y malintencionados de lo apropiado que nominen en quince categorías a tu película, en cartelera, siendo el director de la Academia-, ‘Buried’, ‘Pan Negro’ y ‘También la lluvia’. No hay dudas: la de Icíar Bollaín gana de calle, cualquier otro resultado sería una sorpresa desagradable. Ya que es nuestra elección para los Oscar -se ha ganado mi respeto, aunque no sea ‘Celda 211’-, seguro que cuenta con el apoyo del jurado. Y, por encima, es la mejor cinta.

La dirección también se la doy a Icíar Bollaín, pese al magnífico trabajo de Álex de la Iglesia y Rodrigo Cortés (que no tardará en volver a la palestra de los premios). Mi primera decisión complicada llega con el mejor actor, a caballo entre Javier Bardem y Luis Tosar. Si fueran mis premios, iría para ‘Malamadre’ sin dudarlo: es un regalo para el cine, como ya dije. Pero la enorme publicidad que hace Bardem a España en Hollywood produce babas a mansalva en los académicos. En cualquier caso, me quedo con Tosar.

Para actriz principal me decanto por Emma Suárez y ‘La mosquitera’. Y eso que Elena Anaya ha sido la que más pasiones ha levantado en las salas… En fin, el director novel creo que será para Emilio Aragón y sus ‘Pájaros de papel’; no sólo tiene muchos y buenos amigos, el trabajo era aceptable. Su competencia será Jonás Trueba y ‘Todas las canciones hablan de mí’.

Con el guión adaptado, se dice que la nominación de ‘3MSC’ fue de rebote, nada más enterarse los académicos de que ‘Crepúsculo’ no contaba. Mi apuesta: ‘Pan Negro’. Para el Guión Original, dos favoritas: ‘También la lluvia’, con la que me quedo, y ‘Buried’, firme aspirante.

Buried

Una vez, en el colegio, mientras preparábamos un teatro, descubrimos un ataúd. Nos imaginamos que debía ser de alguna obra anterior, posiblemente de una de miedo. No le dimos mucha importancia a su origen, no nos dio tiempo. La posibilidad de jugar con aquél aparato tenebroso y transdimensional nos resultó tremendamente atractiva. Obviamente, no era real. Quiero decir, allí no había descansado ningún cadáver. Pero, la sensación de ‘estar’ en un ataúd, con la tapa cerrada, era demasiado inquietante. De hecho, ninguno aguantamos mucho allí metidos. Pese a las risas y las bromas, el repelús al contacto con la madera parecía que nos robaba un trozo del alma.

En otra ocasión, en verano, fuimos de excursión por el monte y nos encontramos con la entrada a una gruta subterránea. Como habrán podido comprobar, éramos chavales curiosos y decidimos que tal vez había un mundo fantástico, lleno de seres extraños -el amo del calabozo, nos dio poderes a todos-, en el centro de toda esa oscuridad. Durante unos minutos caminamos sin problemas. Al menos, hasta que la ceguera se hizo total. Teníamos que ir con una mano tocando el techo, que cada vez era más bajo, lo que nos obligó, finalmente, a avanzar de rodillas. Una vez más, como con el ataúd, empezamos a reír, a hacer bromas y a buscar chispazos de ingenio que nos sacasen del encierro. Unos metros más y vimos la luz del otro lado. Salvados.

La experiencia que Rodrigo Cortés nos propone en ‘Buried’ es aterradora. Un ejercicio de interiorismo y control muy exigente: una hora y media contando los minutos que le quedan a Ryan Reynolds (‘Luciérnagas en el jardín’) antes de morir. Una hora y media en la que la cámara no sale del ataúd, de cuatro paredes pegadas al cuerpo que nos convierten a nosotros, los espectadores, en víctimas del invento. Compartimos el destino de Reynolds.

El director español ha conseguido una película que ha roto fronteras y que le ha abierto las puertas de Hollywood de par en par. Los críticos estadounidenses no han dudado en compararle con un Hitchcock moderno e inteligente. Con mucho futuro.

Pero, lo genial, es que estoy convencido de que cada persona que vea ‘Buried’ tendrá su propia experiencia. Un visionado muy particular que le llevará a sus propias vivencias, sus propios lugares oscuros y puertas cerradas: aquél ascensor que no se abría, cuando jugaba al escondite y se encerraba en un armario o, en nuestro caso, el ataúd del teatro y la gruta del campo.

Experiméntenla.

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