Benditos cines

Los cines sudan sangre. Miren con atención. Ya no son tres, sino uno el taquillero que atiende con paciencia nuestra dubitativa pronunciación del título o de la sala que proyecta la película que queremos ver. De hecho, es posible que algunas salas se encuentren en una cuarentena exigente y asfixiante, fuera de la cuenta, tras un biombo especulativo de colores llamativos. Los quioscos de chucherías abandonan el plural y dejan barras vacías, como bares que cuelgan el cartel de «se traspasa». Y algunos, incluso, combinan la venta de palomitas con la venta de entradas. Dos por uno.

La tragedia de los cines es evidente. Y si algo estamos aprendiendo de la crisis –en su sentido más amplio– es que negar su existencia no hace más que incrementar su impacto. Sus consecuencias. El cine está en crisis. Hace unas semanas, tras comentar el cierre del último cine de Pontevedra, les pedía que fueran al cine. No por un enriquecimiento personal (tal vez más adelante), sino por puro cariño al arte de contar. Recibí algunas respuestas que me permito resumir así: «Tienes razón, es una pena lo del cine, ¿pero me pagas tú la entrada?» «¿Con trabajos precarios –o sin trabajo–, crees que me puedo permitir ese lujo?» «¿Has probado a ir al cine con tres niños? ¡Gastas una pasta en comida!»

No pude responder. Es que es aplastante. No creo que nadie pueda decirle a nadie cómo gastar su dinero. Ni dónde debe colocar sus prioridades. Faltaría. Además, imagino que si te gusta el cine eres el primero que lamenta no poder ir todo lo que te gustaría.

Pero debo insistir en una cosa: no queremos perder el cine. Ni usted ni yo ni nadie. ¿Se imaginan vivir en una ciudad sin cines? Lo peor es que vemos más películas que nunca. Ya saben, Internet. Y tampoco me voy a meter en eso. Cada cual debe ser consciente de sus actos. Y consecuente. El problema es que si sustituimos el cine por la descarga, como rutina, es como el que panadero que por la noche se come el pan que debe vender por la mañana. Llegará el día en que ni coma ni deje comer.

Hay cines que aún no han cerrado. Que han bajado los precios hasta los cinco euros todos los días. Sé que no puedo insistir mucho más pero, ¿cómo te convenzo para que vayas al cine? Si, como dice el anuncio de Coca Cola, «la red social más grande se llama ‘bar’», no olviden que el Youtube más grande es el cine. Amigos de Coca Cola, ¿qué me dicen? ¿Intentamos una campaña igual de apoyo a los cines? Aquí tienen un voto.

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