Skyfall

Daniel Craig ha conseguido que crea que él es el mejor James Bond de todos los tiempos. Una saga, la de 007, que nunca ha tenido mi devoción pero a la que siempre asisto con cierta ilusión renovada, para, al abandonar la butaca, retornar a la línea de salida: la indiferencia. ‘Skyfall’ es un digno producto visual. Sam Mendes proporciona cierta plasticidad y elegancia a la acción que marca los ritmos. Acción escasa, ritmo pausado y una trama que tarda en arrancar, pese a sus cinco minutos iniciales, frenéticos, que sirven de prólogo al guion de Neal Purvis y Robert Wade.

En esta ocasión, James Bond volverá de entre los muertos para evitar que los agentes dobles del Servicio de Inteligencia Británico queden al descubierto y caigan a manos de los peores terroristas del planeta. La historia tiene un eje meridiano que divide claramente las dos partes de la película: la entrada de Javier Bardem marca un antes y un después, prácticamente a mitad de la cinta, que multiplica exponencialmente el interés del film en el espectador. Y no dudo al afirmar que Bardem es, sin duda, lo mejor de ‘Skyfall’. Su interpretación de Silva, un perturbado genio del crimen con visos del Joker de Christopher Nolan, salva a ‘Skyfall’ de la mediocridad.

Y ahí está el problema: las medias tintas. Mendes apuesta por convertir la primera hora del film en una búsqueda de la tensión, del descontrol, de la dependencia de las nuevas tecnologías frente a las soluciones clásicas, personales. E inicia, en la segunda, con la aparición de Bardem, el enfrentamiento de ambos mundos, tradición y modernidad, con un choque que cierra la consabida adaptación de James Bond a la nueva era. Pero la extrema lentitud de la primera parte y la inconsistencia de la segunda, impiden que el resultado final sea satisfactorio.

Superior en todo a ‘Quantum of Solace’, ‘Skyfall’ tiene elementos para pugnar con ‘Casino Royale’ por la mejor entrega de Daniel Craig. Habrá que dejar tiempo para ver cuál consigue el poso más perdurable. En cualquier caso, la idea de Craig como Bond me sigue gustando; sus películas, pese a la expectación, me dejan indiferente.

¿Qué tiene el señor Bond?

El tiempo en el cine utiliza una métrica descompensada con la vida real, ¿verdad? Estaba recordando las películas de James Bond protagonizadas por Daniel Craig y he tenido que comprobar dos veces, en dos bases de datos distintas, las fechas de estreno de ‘Casino Royale’ y ‘Quantum of Solace’. La primera es de, atención, 2006. Y la segunda, redobles, ¡de 2008! Ahora, si son tan lentos como yo, empiecen a contar y descubrirán que han pasado seis años desde que Craig se estrenara como 007. Qué quieren que les diga, tenía la sensación de que fue hace mucho menos.

En cualquier caso, la llegada del agente británico siempre causa un revuelo mediático espectacular. Debe ser una de las pocas franquicias para las que no importa lo que se cuenta, sino cómo y cuándo se cuenta. Quiero decir, fíjense en las noticias: subastas benéficas, acontecimientos mundiales para ver el trailer, pases de modelos, portadas de todas las revistas… James Bond es una mitología poderosísima.

Quedan pocas semanas para el estreno de ‘Skyfall’ y, como a todo el que ponga la televisión, me han dado ganas de verla. Es inevitable. De repente he recordado que me gusta mucho James Bond, que deseo sentarme en la butaca a disfrutar de sus dos horas de acción y a escuchar la memorable banda sonora mientras Daniel cruza un tren en llamas o huye de una explosión inminente. Lo que sea.

En esta vorágine bondniana, estuve a poco de pasar la mañana del sábado viendo ‘Quatum of Solace’. Por suerte, tardé poco en recuperar la absoluta y arrasadora sensación que sufrí hace cuatro años: fue un tostón insoportable, sin pies ni cabeza. Y ahora, con las ganas renovadas por la película de Sam Mendes, no tengo más remedio que preguntarme: ¿Qué tiene el señor Bond que gana antes de empezar?

Mendes, Sam Mendes

En una clase de la Universidad, el profesor nos propuso describir la genialidad. Durante la hora con Liberato (el teacher), era factible mezclar literatura, pintura, cine, fotografía y música. “El arte”, decía. Creo que aquél día estábamos analizando imágenes de Robert Cappa, alguien bastante genial. El caso es que una de las definiciones que lanzó Liberato -casi como un guante duelista que recogí encantado- fue: “La genialidad es la capacidad de unir dos términos que para el resto del mundo no tienen sentido en uno solo. El poder de transformar, con el talento, lo ajeno en original”. Me encanta.

Después de leer el siguiente titular me acordé de las clases de Liberato: Sam Mendes (‘American Beauty’, ‘Revolutionary Road’, ‘Camino a la Perdición’, etc) dirigirá la próxima película de James Bond. A priori, esta combinación de creador teatral, cineasta clásico y dramático estilista de Mendes no pega con la adrenalina escénica, la intriga detectivesca y las chicas despampanantes de Bond. Pero la mezcla me resulta extraordinariamente atractiva.

La cinta número 23 del agente 007 se estrenará a finales de 2011, con guión de dos habituales de la serie: Neal Purvis y Robert Wade, con la colaboración especial de Peter Morgan, autor de la estupenda ‘Frost contra Nixon’. Esperemos que este nuevo aire pasional e indi que trae Mendes reestructure las mentes de los guionistas, porque ‘Quantum of Solace’ (en España, ‘Cuanto Sol Hace’) fue un completo desproposito. Por no tener, no tenía ni el tema oficial de James Bond incluído en el metraje… ‘Casino Royale’, sin embargo, sí que fue un gran estreno para Daniel Craig (‘Resistencia’), que se espera que siga al pie del cañón con Mendes.

Dentro de un año y medio valoraremos si el término ‘genialidad’ se aplica, como nos enseñó Liberato, al James Bond de Mendes, Sam Mendes. El remate del tomate sería que la chica maja de la cinta fuera su esposa y talismán, Kate Winslet, con la que ya ha cosechado éxitos en la gran pantalla. A mí, la verdad, es que me parecería una genialidad.