Toda vida que pretenda parecerse a una vida debe tener un paréntesis. Imagine que su vida es un enorme texto en el que un párrafo sucede a otro espoleado por el incesante traqueteo de una máquina de escribir: tacatacataca, ¡clín!, tacatacataca, ¡clín! Visualice la mancha de texto y, poco a poco, aléjese de esa página infinita, como si fuera una cámara de cine haciendo zoom hacia atrás. La mancha de palabras se extiende y, visto desde lejos, parece que todo tiene más sentido. Su vida, quiero decir. Sin embargo, si se fija bien y baja a toda velocidad de nuevo en dirección al enorme texto, si recorre el camino de vuelta, descubrirá que hubo un momento en el que abrió un paréntesis. Una época en la que todo fue distinto. Un punto de inflexión.
‘El camino de vuelta’ es lo que sucede en un paréntesis. En uno de ellos. El de Duncan (Liam James), un joven de 14 años falto de autoestima, que sufre las consecuencias de una familia rota y un rumbo completamente perdido. Duncan viaja con su madre (Toni Collete), el novio de su madre (Steve Carell) y la hija del novio de su madre. La casa de verano en la playa se convierte en una algarabía de emociones insoportables que sólo tendrán sentido cuando Owen (Sam Rockwell) le invite a trabajar en ‘Water Wizz’, su parque de atracciones acuático.
Nat Faxon y Jim Rash se estrenan como directores tras una amplia trayectoria como cómicos de la televisión americana. Hasta ahora, su gran participación en el cine había sido como guionistas de ‘Los descendientes’ (Alexander Payne , 2011), pero con este viaje iniciático sientan las bases de un futuro prometedor en el cine (además, los dos actúan como secundarios). ‘El camino de vuelta’ es una película maja, agradable y con ciertas dosis de empatía que hacen que su visionado sea francamente reconfortante. Y, por supuesto, estupenda conexión entre los actores, con un Rockwell espléndido y un Carell inesperado.
Sin grandes problemas, lo cierto es que tampoco aporta grandes ideas. Sucede algo parecido a lo que vimos en ‘Adventureland’ (Greg Mottola, 2009), los parques de atracciones funcionan como un fantástico recurso literario, pero ambas cintas se quedan a las puertas de ser algo mucho más trascendente. Una experiencia más completa.
Y usted, ¿encontró ya su paréntesis?