Gordillo

Saltémonos cualquier concepción ideológica del asunto. Intenten obviar si están o no de acuerdo, si les parece una barrabasada o si, por el contrario, creen que es el movimiento social que definirá una nueva era. No importa. Quiero que intenten ver a Sánchez Gordillo y su marcha obrera como un elemento narrativo. Como un personaje escrito. Como una campaña documental donde drama, política, filosofía y economía se dan la mano. ¿No les parece interesante?

Les propongo que nos alejemos de la realidad y miremos a través de la pantalla: un grupo de hombres y mujeres cruzan Andalucía a pie para exigir unos derechos. Roban un supermercado. Se bañan desnudos en una piscina. Las televisiones internacionales se hacen eco de la noticia: “El Che andaluz”, lo llaman. Los mejores fotógrafos del planeta viajan a Jaén, Cádiz o Granada para conseguir uno de esos retratos icónicos que terminarán en un museo. Y la gente, personas como usted y como yo, hablando de él y su séquito. De lo bueno y lo malo que ha conseguido. De las interpretaciones libres, la justicia por la mano y el equilibrio estamental. Sinceramente, sería un documental que no me perdería.

Probablemente, cuando lean estas palabras la marcha ya desfile por los municipios de Granada. Una marcha estética y crítica que, nos guste o no, ha conseguido su objetivo: tiene toda nuestra atención. Y quizás eso sea un éxito mucho más trascendente de lo esperado.

No les engaño: me gustaría hacer ese documental. Me gustaría entrevistar a Sánchez Gordillo y grabar esa marea humana fluyendo por toda Andalucía. Pero sobre todo me encantaría plantear la pregunta para la que aún no encuentro respuesta: ¿Es esta la revolución que necesitamos? La Historia es caprichosa y nunca se escribe al dictado. Pero de lo que no me cabe duda es de que estamos viviendo un punto de inflexión global, una angustia generalizada con una mecha carcomida que, tarde o temprano, terminará por explotar. Si no ha empezado ya.

¿Sánchez Gordillo es el Caballero Oscuro?

De la última película de Christopher Nolan, ‘El Caballero Oscuro, la leyenda renace’, se han escrito ya cientos de ensayos. No les exagero. Algunos, quizás la mayoría, sobre la ideología política y filosófica que dibuja el director a lo largo del film. De todos los artículos que he leído, el que más me ha gustado lo encontré en el muy recomendable blog de cine ‘Las horas perdidas’. Venía a decir, les resumo, que había una lectura de la película un tanto dictatorial, en la que el pueblo, Gotham, nosotros, somos una masa descabezada y sin iniciativa que dejamos hacer a los que se proclaman buenos y malos, indistintamente. Una especie de mensaje tipo: “la crisis económica y financiera es un asco, el mundo es un asco, pero nadie hace nada, así que mejor quedarnos quietos, esperando que nos digan lo que hay que hacer”.

Ayer, mientras veía a Sánchez Gordillo arengando a sus seguidores con la amenaza de que iba a tomar un Corte Inglés de Jaén, me vinieron a la cabeza varias escenas de la película de Nolan (salvando las muchas y sobre todo estéticas diferencias del asunto). Y, pese a lo absurdo e innecesario, me hice la pregunta: “¿Se habrá inspirado Sánchez Gordillo en ‘El Caballero Oscuro’?”

La sola idea de Gordillo embutido en un traje de neopreno, con la barba escapando por debajo de la máscara, ya justificó la reflexión. Y unas risas. El caso es que empecé imaginando al alcalde de Marinaleda aquella mañana, en su casa, pensando: “¿Qué haría Batman en mi situación? Hmmm… Ya sé, los rescataría a todos. Sí, eso: voy a desmantelar un supermercado. Por principios”.

Unos segundos más tarde, recreando la escena con la banda de justicieros arramblando y la cajera rompiendo a llorar, me invadió la duda: “¿Se inspira en Batman o en Bane?” A fin de cuentas, Bane es un ferviente defensor de unos ideales que decide generar una revolución para establecer un nuevo orden en Gotham. Y entonces llegué a la pregunta por la que, tal vez, mereció la pena esta extraña reflexión: ¿Qué diferencia hay entre luchar por unos ideales y tomarse la justicia por la mano?

Qué locura. Parece una broma macabra sacada de la cabeza del Joker.