Bienvenidos al Fin del Mundo

Hubo un tiempo en el que salir de farra era mucho más que beber cervezas, bailar rock y reír a lágrima viva con los colegas. Era una búsqueda. La búsqueda de la leyenda. ¿Recuerdan? Pisábamos la noche dispuestos a ser parte de un mito nocturno que fuera recordado por las generaciones venideras. Esa edad en la que aún éramos indestructibles, capaces de jugarnos el tipo por entrar en los chascarrillos que contaríamos, veinte años después, rodeados de amigos, en la mesa de un restaurante de adultos.

Bienvenidos al Fin del Mundo‘, pese al gamberrismo declarado, tiene un punto de melancolía con el que es fácil sentirse identificado. Supongo que todos tenemos -o tendrán, tranquilos niños- alguna anécdota que guardan como épica en el cajón, junto a los álbumes de fotos. La película de Edward Wright es la exageración del mito, el retorno de ‘cinco mosqueteros’ a uno de los días más grandes de su historia. Ellos son: Gary King (Simon Pegg, ‘Star Trek: En la oscuridad’), Oliver Chamberlain (Martin Freeman, ‘El Hobbit’), Steven Prince (Paddy Considine, ‘El ultimátum de Bourne’), Peter Page (Eddie Marsan, ‘Sherlock Holmes’) y Andy Knightley (Nick Frost, ‘Paul’).

La película es divertida desde el primer minuto. Pero hay que admitir que Wright consigue que el espectador desarrolle una borrachera creciente similar a la de los protagonistas. Con la consecuente exaltación de la amistad, la risa nerviosa y el descubrimiento sorpresivo de una fuerza sobrehumana. El reto que King propone a sus cuates es recorrer doce pubs y tomarse doce pintas en el pueblo en el que se criaron. Un pelotazo sin igual que alcanzará la leyenda con la aparición de robots, aliens y cosas raras. Jo, qué noche.

‘Bienvenidos al Fin del Mundo’ es el cierre a la Trilogía del Cornetto de Edward Wright (‘Arma Fatal’, ‘Zombies Party’ y esta. Un día les cuento a qué viene lo de llamar a la saga con el nombre de un helado). Y he de confesarme fan absoluto de las tres cintas. Tengo especial debilidad por el dúo Pegg & Frost y por su facilidad para convertir una comedia en un evento friki de proporciones épicas. ¿Se han fijado que todas las películas son prólogos de otras más grandes que nunca existirán pero que seguro que les gustaría hacer y no les dejan por no ser lo suficientemente guapos y modernos y musculosos? Eso es así. Y me encantan.

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Star Trek: En la Oscuridad

Cuándo volveremos a jugar al espacio. Cuándo. Cuándo volveremos a pilotar la Enterprise, a recorrer planetas imposibles, a llegar con audacia donde ningún otro hombre ha llegado jamás. La pantalla en blanco y yo aún anclado a la butaca, tarareando la maravillosa melodía de Giacchino, saboreando la aventura. Es bien entrada la madrugada y tengo cuerpo de sábado por la mañana haciendo ventosa en los dibujos animados. Como Spock, intento buscar un idea lógica para justificar las sensaciones. No puedo. No es lógica, no es ciencia, no es algo objetivo. Y me sorprendo repitiendo la misma pregunta: ¿cuándo? Abandono la nave, la sala, y sonrío: “pero qué bien me lo he pasado, cojones”.

‘Star Trek: En la Oscuridad’ lo pone fácil. No espero nada mejor en lo que queda de 2013. Si existe una fórmula matemática para hacer del entretenimiento un arte, J. J. Abrams y los amigos de Bad Robot la han encontrado. La odisea espacial de Kirk (Chris Pine) y Spock (Zachary Quinto) es un honesto esfuerzo por mantener al espectador dos horas imbuido por la magia y el espectáculo. Desde su fantástico prólogo hasta el épico desenlace, la algarabía del Enterprise inunda el celuloide con humor, acción e intriga. Sin descanso.

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El corazón de la película es el villano, John Harrison (Benedict Cumberbatch), que reclama con todo derecho el título de la cinta (‘En la Oscuridad’). Él es quien pondrá a la flota estelar contra la pared y marcará los tiempos de la tripulación en busca de una verdad inesperada. Difícil no enamorarse de un personaje tan cruel. Tan auténtico. Tan noble con el trekkie. Y, pese a las reverencias de Abrams a los fans de la saga -con guiños emocionantes-, ‘Star Trek: En la Oscuridad’ es una diversión sin prejuicios ni cortapisas, abierta a todos.

Es innegable que existe química entre los secundarios, perfectamente hilvanados unos con otros para que no nos olvidemos de nadie: Uhura (Zoe Saldana), Bones (Karl Urban), Scotty (Simon Pegg), Sulu (John Cho) y Chekov (Anton Yelchin). A todos los echará de menos cuando la fanfarria de Giacchino repique en su cabeza, tras los títulos de crédito. Entonces, créame, llegará la pregunta: Cuándo volveremos…

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Para llegar con audacia (04|07|13). El espacio permanece inmóvil en la refriega, como el testigo del crimen que se esconde en la multitud, arropado por un lienzo de oscuridad e incontables destellos que dispersan la atención. Dentro de la nave, otro universo de luces compone su propia estampa: las alertas en la pantalla, el estado de los escudos, la potencia del armamento. El piloto tuerce el timón y la gravedad ejerce su magia, mientras un alboroto de órdenes, pitidos y chasquidos reverberan en la cabina. En el sillón de mando, pulido como una escultura de Rodin, el capitán observa impertérrito el escenario: el espacio, una enorme pantalla de cine plegada en el casco de la nave… (Sigue leyendo)

El regalo de J.J. Abrams (04|01|13). Permitan que comparta con ustedes uno de esos guiños que atrapan poderosamente mi atención. Un guiño real, vibrante y fanático, que publica la revista digital Coming Soon: Hace una semana, un bloguero estadounidense reveló la historia de su mejor amigo, un trekkie de toda la vida llamado Dan al que han diagnosticado dos tipos de cáncer. Dan y su mujer fueron a ver ‘El Hobbit: un viaje inesperado’ con la esperanza de disfrutar del prólogo de ‘Star Trek: En la oscuridad’, pero, lamentablemente, no se emitió en su sesión. Unos días más tarde, el doctor le dio la fatídica noticia: «te quedan pocas semanas de vida»… (Sigue leyendo)

Star Trek 2009 (20|05|09). Al terminar la fanfarría de los títulos de crédito estaba plenamente convencido de que acababa de ver la mejor precuela de una saga emblemática hasta la fecha. Incluída Star Wars. Y este comentario no es moco de pavo: Yo soy muy fan de Star Wars. Es más que probable que si usted no ha visto ninguna película o serie de Star Trek se plantee la posibilidad de pagar por ver esta película por aquello de “vayamos a que no me entere de nada”. Incorrecto. Abrams dirige una historia en la que los personajes empiezan de cero. Personajes tratados con decencia; ninguno cae en el olvido ni en la vagueza de “sólo estar”. Todos protagonizan su pequeña parte de la aventura, convirtiendo al primer viaje del Enterprise en una travesía coral… (Sigue leyendo)

Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma

Brad Bird es un regalo para el cine. El director dejaba el mundo de la animación, donde despuntó con las geniales ‘Los Increíbles’ y ‘El gigante de hierro’, para infiltrarse en el celuloide de carne y hueso con una saga que era difícil reinventar: ‘Misión Imposible’. Dudo que alguien vea una revolución en el mundo del agente secreto Ethan Hawke (Tom Cruise). Como les decía, era difícil. Y, sin embargo, lo que parecía imposible, conseguir que el público saliera del cine entusiasmado con la película, es una misión muy satisfactoria. Porque ‘Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma’ es, por encima de todo, un enorme entretenimiento y, probablemente, la mejor cinta de acción del año. Todo un regalo de Navidad.

Los agentes Jane (Paula Patton) y Benji (Simon Pegg) parten a una prisión para rescatar a Hawke, encerrado por razones desconocidas. Un terrible atentado en Rusia provoca que el Secretario de Defensa active el Protocolo Fantasma, una orden por la que todos los miembros de la organización secreta pierden sus privilegios. ¿La razón? Hay pruebas que inculpan a Hawke como el principal culpable del magnicidio.

Los primeros diez minutos enganchan como una tableta de chocolate: cuando empiezas ya no puedes parar. La famosa melodía de Lalo Schifrin versionada por Michael Giacchino promete dos horas de diversión sin freno. El constante goteo de adrenalina les obligará a agarrar la butacas del cine sin un solo segundo para que se relajen con una estupenda combinación de suspense y humor.

Tom Cruise lo da todo en las escenas de acción. Paula Patton pone estilo y belleza. Simon Pegg dignifica al secundario gracioso. Y Jeremy Renner, llamado a heredar el reino del taquillazo, despliega el carisma. Un grupo sensacional que tiene su eco detrás de las cámaras con J.J. Abrams y Bryan Burke, el marchamo de calidad.

Por si no les ha quedado claro, ‘Misión Imposible: Protocolo Fantasma’ es la elección palomitera por excelencia para las vacaciones de Navidad. Excelente divertimento, buen cine.

Paul

¿Saben esa sensación de “voy a echar el rato viendo algo por pasar las horas muertas y no contar los minutos en una aburrida tarde de verano y terminar encantado con una película que no prometía nada pero que sorprendentemente te ha dejado con una sonrisa complaciente y un buen rollo friki como hacía tiempo que no tenías”? Pues eso, ni más ni menos, es ‘Paul’.

La tardanza en llegar a nuestras pantallas y una promoción basada en que Santi Millán pone la voz al bueno de Paul, no han ayudado a promocionar una película que debería sentar sus puntos fuertes en tres nombres propios: Greg Mottola (‘Supersalidos’, ‘Adventureland’), Nick Frost (‘Shawn of the Dead’, ‘Radio Encubierta’) y Simon Pegg (‘Shawn of the Dead’, ‘Star Trek’), tres genios del humor cuyos trabajos, poco a poco, se han hecho un hueco en el género, ganándose el cariño del espectador alternativo y menos comercial.

Clive y Graeme (Frost & Pegg) son dos frikazos británicos que viajan a EE.UU. para asistir a la Comic-Con de San Diego. Su plan, además, es peregrinar en caravana hasta Roswell, el emblemático lugar que ha centrado tantos guiones de ciencia ficción. Tras un pequeño accidente, se encuentran con ‘Paul’, un extraterrestre que vive el ‘Bob Marley way of life’, cuenta chistes verdes, le gustan las barbacoas y, de paso, tiene los secretos de la creación del universo. Los tres forjarán una amistad al tiempo que huyen de una patrulla del FBI que quiere experimentar con el cerebro del alienígena.

Es cierto que los lectores de cómics, los consumidores voraces de películas de culto y sci-fi y, en definitiva, todos los que se hayan sentido alguna vez identificados con ‘The Big Bang Theory’, disfrutarán más de los innumerables guiños de ‘Paul’ (desde Indiana Jones hasta Cocoon, pasando por ‘E.T’, Kill Bill o Star Wars), pero el buen hacer de Mottola y la fina crítica e ironía del guion (escrito por los propios Frost & Pegg, por cierto) harán que esas horas muertas se transformen en un estupendo entretenimiento.

Star Trek 2009

J.J. Abrahms y Damon Lindeldolf -aka, los creadores de Lost-, productores de Star Trek XI, son unos genios por tres razones:

1.- Se han sacado de la chistera un método para reinventar una saga con unos cimientos muy sólidos y convertirla en algo totalmente inesperado. No sólo revitalizan el fenómeno trekkie, también han hecho una máquina de sacar dinero -ya saben, son unos expertos en esto del márketing viral (Monstruoso, para más señas)-.

2.- Star Trek XI son dos horas de pura diversión. Hacía tiempo que no salía del cine con la misma sensación que tuve cuando vi por primera vez, con 8 ó 9 años, los Goonies. Personajes carismáticos, música maravillosa -¿Para cuándo un altar a Michael Giaccimo, heredero de John Williams?- y un espectáculo visual.

3.- ¿He mencionado Lost?

Al terminar la fanfarría de los títulos de crédito estaba plenamente convencido de que acababa de ver la mejor precuela de una saga emblemática hasta la fecha. Incluída Star Wars. Y este comentario no es moco de pavo: Yo soy muy fan de Star Wars. Es más que probable que si usted no ha visto ninguna película o serie de Star Trek se plantee la posibilidad de pagar por ver esta película por aquello de “vayamos a que no me entere de nada”. Incorrecto. Abrams dirige una historia en la que los personajes empiezan de cero. Personajes tratados con decencia; ninguno cae en el olvido ni en la vagueza de “sólo estar”. Todos protagonizan su pequeña parte de la aventura, convirtiendo al primer viaje del Enterprise en una travesía coral.

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Abrams, durante la campaña publicitaria de la película, confesó que nunca fue un trekkie. De hecho, como tantos otros, se declara amante de Darth Vader y compañía. Y aquí entra la magia de Abrams: Mete en una coctelera lo mejor de Star Trek, lo adereza con numerosos guiños a Star Wars y obtiene un producto altamente mediático. El Enterpraise recuerda en más de una escena al Halcón Milenario salvando la situación en ‘Una Nueva Esperanza’, el Capitán Kirk es un Han Solo legalizado, Spock es sabio como Yoda e impetuoso como un Skywalker, Ulula es la versión moderna de Leia, Zulu pone el punto habilidoso con la espada, el doctor McCoy es un Obi Wan con problemas de alcoholismo… etc.

Y lo mejor de todo, insisto, es que el objetivo principal de la película es entretener. Entretener en todas las vertientes. Divertir y dejar volar la imaginación. Desde el primer minuto de la película, con ese genial montaje de una muerte y un nacimiento en el espacio, el espectador es arrastrado a una sucesión de aventuras cuyo único problema es que tienen un final… Aunque ya está confirmada la secuela para 2011, cómo no.

Especial mención al grupo de actores, todos muy mediáticos y herederos de famas conseguidas en el mundillo friki, perfectamente encorsetados en sus personajes. Es inevitable encariñarse con ellos e impensable pensar en otros sustitutos mejores a los originales de los años 60. A todo esto sumen al inconmensurable Michael Giacchino a la batuta y una dirección artística deslumbrante, y tendrán razones más que de sobra como para ver la película otra vez. Que es exactamente lo que voy a hacer yo. Y me temo que no será la última.

Lo mejor: Este Star Trek gustará a todos: trekkies, starwarsianos y personas de a pie que no necesiten englobarse en ningún grupo friki… (ellos se lo pierden).

Lo peor: El encuentro en la nieve es demasiado… fortuito. Pero se perdona.
Larga vida y prosperidad.

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