Siempre son dos

Un padre y su hijo llegan a la taquilla con esa implacable sonrisa, esos andares de baldosas amarillas, ese porte despreocupado que solo unas vacaciones pueden dar. El adulto, vestido con una camiseta de Darth Vader comprada en Springfield -últimamente llevan muchas frikadas a las tiendas de ropa, ¿no les parece?-, mira a su hijo, que porta con elegancia a Yoda en el pecho -parece que la pareja hace más cosas juntas además de ir al cine-, y le dice: “¿Qué?”

El chaval analiza la cartelera de izquierda a derecha, con parsimonia pero sin perder el estilo. Como el aprendiz que procura distinguir con maestría si las columnas del Partenón son dóricas, jónicas o corintias. Unos segundos más tarde, devuelve la mirada a su padre y responde con seguridad: “Ya”.

El joven padre acepta el mensaje sinténtico de su hijo y le invita, con un leve gesto de muñeca, que puede aproximarse a la taquilla. La señorita, muy agradable, mira al niño y dice muy melosa: “¿Qué van a ver los caballeros?” El zagal, con la mirada de un adorable osito de peluche, responde: “El Capitán América”.

-No, lo siento pequeño, pero para esa todavía no tengo entradas.

-¿Por qué no? -inquiere el de Yoda.

-Porque todavía no se ha estrenado, pero tiene otras: Kung Fu Pa…

-No es verdad -interrumpe-. Sí se ha estrenado.

-No, no. ¿Por qué te iba a engañar? Se estrena el 5 de agosto.

-Se estrenó la semana pasada…

-Bueno, aquí no. Pero seguro que tu papá te trae cuando la pongamos, ¿verdad? -intenta devolver el tono agradable a la conversación; el de Vader, responde.

-No, yo también quiero ver ‘El Capitán América’…

Unos segundos más tarde, con una mirada oscura, tenebrosa y maquiavélica, ambos se dan la vuelta y marchan por donde han venido, dejando a la taquillera con el rostro descompuesto. Les miro caminar, con esa extravagancia que da el tiempo libre y digo, casi entre susurros: “siempre son dos, un maestro y su aprendiz”.