Sursum Corda

“Así es como uno se hace grande, con un par de pelotas”. La frase de Jerry Maguire se repetía en mi cabeza conforme escuchaba la historia. Cada palabra, cada expresión, venía teñida de celuloide; solo que esta vez era real, certero y vivo. No era una escena más. Por aquello de mantener el anonimato, diremos que nuestro protagonista se llama Rafa y, de apellido, uno común, López. Rafa López es la clase de tipo que te gustaría tener de compañero de pupitre: siempre dispuesto a pasar los apuntes y dueño de una risa contagiosa que sabe a tapa de jamón y cerveza fría.

Por ahorrarnos una explicación compleja y repleta de matices que no nos compete analizar, diremos que la vida, a veces, en pocas palabras, es una puta mierda. Nos da patadas, nos estruja, nos hace llorar y nos ata de manos para evitar que reaccionemos. Cuando aquello de ‘Dios aprieta pero no ahoga’ suena a sarcasmo y a recochineo es el momento en el que se hace grande la máxima: “ser valiente no es solo cuestión de suerte”.

El caso es que el amigo Rafa, una mañana, decidió que había llegado el momento de la revolución. Que se acabó de jugar con unas cartas marcadas empeñadas en perder, que quería cambiar de baraja para “recuperar mi vida, la ilusión por vivir. Y, por qué no, hacer un poco de Tai Chi”. Así que fue a su oficina, explicó su situación a sus jefes y, con sumo cariño, en plena crisis universal, inició una nueva partida, más interna, más importante: “me voy”.

Cuando sus compañeros le vieron por los pasillos no se lo creían. Con 52 años inicia una vida por la que merece la pena brindar. La sensación, cuentan, fue como cuando Tom Cruise se levanta de su despacho con aires de esperanza y se despide con un prometedor “hoy empieza mi nueva vida”.

La vida, a veces, con pocas palabras, también es bella como una película. Con un par de pelotas, López.